Fiesta Flamenca

ANECDOTARIO FLAMENCO

 

Dos cosas que le elevan a uno del suelo en levitación: la llanura castellana y el flamenco… (Igor Stravinski)

Es mucho lo que se habla del flamenco, de festivales, de artistas, de palos… pensando en algo único. Pero como todo en la vida, son las pequeñas cosas las que construyen el mundo.

Hoy no quiero hablar de técnicas, ni de orígenes o fundamentos, sino de esas pequeñas cosas que construyen el mundo del flamenco, esas pequeñas anécdotas que pocas veces se conocen.

Una de ellas es que la primera fiesta flamenca que se realizó para la realeza fue en 1862 en El Círculo de la Amistad de Córdoba cuando la reina Isabel II visitó Andalucía, según se describe en “Crónica del viaje de S.S.M.M. y A.A.R.R. a las provincias andaluzas”, de Francisco Mª Tubino.

‘La Mejorana’, cuando actuaba en el Café de Silverio, cuenta Moreno Delgado, lo llenaba hasta las puertas y no se podía pasar por la calle. «La extraordinaria majeza que sabía darle a su bata de cola, ese aire especial y tan gaditano, cuando se arrancaba por alegrías producía verdadero alboroto entre los que la escuchaban. Ella misma se hacía son y se cantaba… Terminaba las alegrías, no como hoy, en bulerías, sino en el mismo estilo con que empezó, compases estos dificilísimos para concluir en este estilo de baile. Había que llegar muy temprano para poder coger un sitio, pues muchos se marchaban sin poderla ver».

Su hija, Pastora Imperio, estudió en la academia de Isabel Santos, ya que su madre no le quiso enseñar, como ella misma declaró. ¿Qué conocía esa pedazo de artista, para no querer que su hija siguiera sus pasos?

Al bailaor Vicente Escudero le despidieron del café La Marina a los tres días de debutar en 1907 a instancia de los demás compañeros flamencos, por no saber tocar las palmas a compás, según confesó él mismo. Más adelante sería reconocido como uno de los más puros bailaores y gran maestro del baile.

Antonio Ruíz Soler, eterno rival de Escudero, fue quien popularizó la colocación de chapas en los zapatos para facilitar la sonoridad de los zapateados. Explica, cómo los primeros «redobles» realizados por sus pies los hizo en las tapaderas de las bocas de riego de su ciudad natal, convirtiéndose en tal afición que se pasaba el día corriendo de una a otra tapa para comprobar los distintos sonidos:

«En todas era diferente, y por eso las prefería al suelo que no sonaba o a las maderas de las mesas que tenían una vibración más opaca»

Cuenta que esto le produjo muchos disgustos, y algunas multas para su padre, ya que sus taconazos eran tan fuertes que las tapas se rompían. La vigilancia de los guardias hizo que buscara otros «tablados».

En la década de 1930 aparecen los motivos flamencos en las colecciones más importantes, llegando a las pasarelas internacionales de la mano de Coco Chanel.

Carmen Amaya llegó a llevar una chaquetilla bordada de diamantes y rubíes, la cual le regaló el presidente Roosevelt tras una actuación en la Casa Blanca. Después de usarla, al llegar al hotel, le arrancó literalmente las piedras, y las repartió entre la compañía

El Farruco, el año 1955 en el Palace de Londres obtuvo tal éxito con el ballet de Pilar López, que se descorrieron dieciocho veces las cortinas a petición del público ovacionándole.

Hay grandes cantaores que en sus comienzos o no lo fueron, o lo hicieron para baile. Es el caso de El Lebrijano, que en sus comienzos fue guitarrista y con Paco Cepero acompañaba a la Paquera de Jerez a la edad de dieciséis años; o Enrique Morente y Carmen Linares que cantaban al baile de Carmen Mora.

Y para terminar, hay una leyenda en Sevilla, que dice que la costumbre de mecer los pasos mientras se canta una saeta, se remonta a una ocasión en la que Manuel Torre cantaba y a la orden del capataz de alzar el paso, los costaleros obedecieron, pero lo mecieron sin avanzar hasta que este concluyó su saeta.

Espero contribuir con estas pequeñas anécdotas a aumentar vuestra curiosidad, e intención de conocer más del mundo del flamenco, motivaros par que deis a conocer esas pequeñas cosas que hacen de este mundo algo tan grande.

 


Por Fátima Franco

Fátima Franco, bailaora de flamenco de CórdobaBailaora cordobesa miembro del Consejo Internacional de la Danza de la UNESCO y autora del libro “La indumentaria en el baile flamenco. Un recorrido histórico», galardonado con el Premio Internacional de investigación etnográfica del flamenco “Juan de la Plata” de la Cátedra de Flamencología de Jerez de la Frontera.

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