Si hay artistas flamencos que el público parece echar de menos siempre en Sevilla, Vicente Amigo es uno de ellos. Poco importó que el concierto se hubiera anunciado con cierta precipitación o que en el mismo día estuviera en la ciudad otro de los artistas que siempre agota localidades para que el Teatro Maestranza lo esperara ayer con un lleno casi absoluto.
«Genio» fue lo primero que le gritaron con solo aparecer en escena y, a partir de ahí, fue imposible contabilizar las declaraciones de amor en forma de’ te quieros’. Se palpaba que Vicente se sentía como en casa. Su madre, de hecho, estaba en el teatro «no porque quiera que me vea a mí, sino porque yo quiero verla aquí, en la ciudad donde ha nacido», manifestó el guitarrista. Los espectadores parecían saber desde el principio que la ‘Tierra’ que presentaba anoche acabaría haciéndoles, como decía Baudelaire, excavar el cielo.
Vicente es un guitarrista aéreo. Al contrario que otros que agarran la sonanta buscando aferrarse al instrumento, el sevillano libera sus dedos y levanta la cabeza encontrando la inspiración en espacios ajenos. Sus composiciones son bandas sonoras de los mejores sueños. Y, al margen de que este nuevo disco se anunciara como una mezcla de raíces flamencas con toques celtas, lo cierto es que lo que hace Vicente Amigo es básicamente música de una gloriosa belleza.
Su guitarra es inspiradora, volátil, gaseosa. Da igual que lo que toque sean soleares, bulerías, fandangos, boleros o temas inclasificables porque van a conseguir siempre trasladarles a no se sabe qué planos supra terrenales y van a hacer que les den ganas de ponerse a pintar, a cantar, a bailar… a crear junto a él.
Las bulerías ‘Autorretrato’ de Paseo de Gracia, los fandangos ‘Mensaje’ de Vivencias Imaginadas, el ‘Bolero a los Padres’ o la ‘Canción de Laura’, que él mismo se atrevió a cantar, de este ‘Tierra’ fueron algunos de los momentos mágicos que demostraron la sutileza, la elegancia y la exquisitez de la propuesta.
Genial el cante de un Rafael de Utrera medido y dulcificado y de un elenco de músicos que hicieron aún más libres y evocadoras las melodías. Especialmente gracias a la flauta de Agustín Carrillo y el violín de Alexis Lefevre.
Ovación final para este sevillano de nacimiento y cordobés de adopción, que tuvo que salir en más de dos ocasiones a regalar bises y que se tuvo que sentar de nuevo para rematar por bulerías viendo que la cosa se alargaba y que el ambiente lo merecía. Da gusto disfrutar de la música sin composturas. Da gusto oír a un Vicente que combina el compás de Paco de Lucía y la espiritualidad de Manolo Sanlúcar en cada creación.
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