Chacón y Montoya.

EN PELIGRO DE EXTINCIÓN

Mantener en constante desarrollo el flamenco no es fácil, y mucho menos cuando hablamos de aquellos palos que están en peligro de extinción. Palos que por desconocimiento, comodidad, y/o dejadez se van dejando de lado (o viciando su desarrollo), algunos solo en el cante y otros también en lo concerniente al baile; porque la guitarra, aún siendo la que vemos siempre relegada a un segundo plano (aunque cada vez menos),  es la que mantiene más variedad de estos compases en su repertorio.

Por ello hoy quiero dedicar estas líneas a un cante casi relegado al baile de las academias, los Caracoles. Este palo pertenece al grupo de las cantiñas y melódicamente está muy próximo a las alegrías y, en algunos tercios, al mirabrás. Apenas deja lugar a la espontaneidad, ya que la letra cuenta una historia larga, por lo que no se pueden ir improvisando estrofas según apetezca.

Procedentes de Sanlucar de Barrameda,  su origen etimológico radica en que probablemente este cante lo creó alguien para pregonar caracoles. José Blas Vega se lo atribuye a Tío José el Granaíno, picador y cantaor aficionado de mediados del 1800. Fue uno de los primeros intérpretes, si no el creador de los caracoles. Se dice que su versión, no fue más que la modificación de una canción popular, posiblemente la llamada “La Caracolera”. Se dice que los caracoles del Tío José se cantaban de forma más pausada y majestuosa que la versión que ha llegado a nuestros días.

Después, en la segunda mitad del siglo XIX, apareció Paco el Sevillano o Paco Botas,  natural de Alcalá, que dio nueva vida a estos cantes aportándoles el compás y aire desenfadado tan característico de las cantiñas. Con estos aires fue difundido por tierras de Madrid a través de los toreros Curro Cuchares y El Tato, cuyos nombres figuran en el verso.

Pero fue el legendario don Antonio Chacón, quien alargó y completó el cante, aportándole brillantez, gusto por la melodía y un aire vigoroso, dando lugar a la versión que ha llegado hasta nuestros días. Una de las letras grabadas por Chacón la encontramos en la zarzuela de Soriano Fuertes «Jeroma la castañera» de 1843, variando el primer verso (La gran calle de Alcalá por Santa Cruz de Mudela).

Muchos aficionados al flamenco son incapaces de distinguir esta forma de las alegrías, pero las diferencias son considerables cuando se ejecuta de forma fidedigna. Distinguimos notables diferencias de melodía (habitualmente realizado en do mayor) y en el contenido de los versos a modo de pregón, además en el acompañamiento de la guitarra por tratarse de otro cante.

Una diferencia destacable en el acompañamiento del cante de caracoles es una breve modulación al tono de mi, que normalmente no forma parte de la serie. Para saber cuándo hay que realizar este cambio, se necesita un gran conocimiento de la melodía y gran control vocal, ya que si no se hace en condiciones, es mejor no hacerlo.

Romero el Tito,  bailaor de la época del café cantante, se recuerda como el creador del baile por caracoles, al igual que de las romeras. Los distinguía de las alegrías en su estructura,  efectivamente rara vez se realiza el silencio o la castellana, ni se termina por bulería, sino simplemente con una leve subida de ritmo de la misma letra.

El baile sigue un compás relativamente moderado, sin los típicos vivos y remates de las  alegrías. La letra de los caracoles es más larga que las de alegrías lo cual permite, y en cierta manera exige, que el bailaor/a haga una puesta en escena llena de elegantes braceos, postura, elegancia y saber estar (sin necesidad de ese recurso  de técnica de pies, utilizado en demasía últimamente). Por este motivo es un baile más típicamente femenino, a menudo realizado con abanico, mantón y/o bata de cola desplegando elegancia, fuerza y sensualidad.

El baile gozó de gran popularidad hace algunos años cuando Antonio Ruiz lo incluyó en el repertorio de su compañía; y otros como Rosa Durán, que hizo una verdadera creación coreográfica sobre el cante de caracoles, con las guitarras añejas de Niño Pérez y, su mano derecha, Pedro del Valle Pichardo, Perico el del Lunar.

No puedo dejar de recordar la anécdota que contaba el gran Chano Lobato (maestro de este palo) siempre que los interpretaba, aludiendo a un hecho real que le ocurrió cuando unas extranjeras le pedían que interpretará “calamare” y él decía: “no caracoles”, y ellas volvían a repetir “calamare” hasta que cayeron en la cuenta  de que se referían a la coletilla “… más ca´ a la mare que me parió”.

Aún viendo que es un cante que ha sido interpretado por grandes artistas, se escuchan muy poco hoy en día. José Menese que puede presumir de salvavidas de estos cantes abandonados, es de los pocos que continúa incluyéndolos en su repertorio.
¿No se lucha para evitar que se extinga el elefante marino o el lince? Pues hagamos algo para que cantes que son parte del amplio abanico del flamenco no se pierdan. Cuando luchamos y peleamos para que el flamenco fuera patrimonio intangible de la humanidad,  fue  con todas las consecuencias, se nos otorgaron unos derechos, pero también unas OBLIGACIONES, cumplámoslas.


Por Fátima Franco

Fátima Franco, bailaora de flamenco de CórdobaBailaora cordobesa miembro del Consejo Internacional de la Danza de la UNESCO y autora del libro “La indumentaria en el baile flamenco. Un recorrido histórico», galardonado con el Premio Internacional de investigación etnográfica del flamenco “Juan de la Plata” de la Cátedra de Flamencología de Jerez de la Frontera.

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