Antonio Fernández Díaz 'Fosforito', horas antes de recibir el Premio de Honor del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba. Foto: M. Valderde.

Fosforito: «El Concurso Nacional de Córdoba sabe a poco cada tres años»

El calendario marca 16 de noviembre, Día Internacional del Flamenco. Son las 13.30 horas. Solo faltan cinco horas para que el maestro Antonio Fernández Díaz ‘Fosforito’ reciba el Premio de Honor del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba. Esperamos a esta leyenda viva del cante en el hall del Hotel Alfaros, en Córdoba. Han pasado 60 años desde que Fosforito se alzó con el premio absoluto en la primera edición del concurso y el maestro da «gracias a Dios por poder compartir este acto tan glorioso». Nos atiende amablemente, como siempre. Y gozamos de su privilegiada memoria y su clarividencia para hablar de su paso por el concurso, de sus inicios como cantaor y de cómo se encuentra el flamenco en la actualidad. 

– Maestro, esta noche se celebra el 60 aniversario del Concurso Nacional de Arte Flamenco (CNAF) con una gala en la que recibirá el Premio de Honor del certamen. ¿Cómo ve el CNAF medio siglo después de su triunfo absoluto en la primera edición?
– El Concurso Nacional de Córdoba sabe a poco cada tres años, porque da tiempo a que se olviden muchas cosas. Yo no estoy aquí para tomar la temperatura del certamen, pero estoy seguro que habrá buenos cantaores porque ahora hay mucha gente que canta muy bien y tienen muchos medios a su alcance. 

– ¿Considera entonces que la periodicidad del Concurso Nacional debería ser anual?
– Anual o bianual, como mínimo. Por mucho que se publicite el certamen, de tres en tres años se olvida. Este es el concurso de concursos, pero hay que demostrarlo. Y hay que hacerlo estando presentes constantemente, porque después de tres años se olvidan muchas de las cosas buenas que se hacen.

 «Tengo mucho que agradecerle a este concurso. A Córdoba le debo ese empujón imprescindible»

– ¿Cree que su carrera hubiera sido la misma si no se hubiera presentado al concurso?
– No lo sé… Yo llevaba como cantaor once años cuando gané el Premio Nacional. Aquí empecé a ser Fosforito, pero como Niño de Genil tengo carteles del año 45 en la Plaza de Toros de Ronda o un cartel del Teatro Falla del 56. Lo que no conservo son aquellos carteles de los pueblos de la serranía de Málaga y Cádiz donde me anunciaban en una pizarra después de la película para hacer cinco o seis cantes a cambio de unas pesetillas. Conocí a mucha gente y a cantaores maravillosos de los que nunca se sabrá nada en ese caminar constante por las tabernas y las ferias de ganado. Después de ganar el concurso, di una gira por toda España con el resto de ganadores y empecé a grabar. Por eso tengo mucho que agradecerle a este concurso. A Córdoba le debo ese empujón imprescindible.

– Ahora que los jóvenes tienen acceso a grabaciones y cuentan con tantos medios para estudiar, ¿se canta mejor que hace 60 años?
– Hay mucha gente que canta muy bien, pero no sé si hay alguien que cante mejor que Juan Mojama, la Niña de los Peines, Antonio Mairena, Juan Talega, Chacón o Fernanda de Utrera… Se canta muy bien, vamos a dejarlo ahí. Emular los grandes cantaores de la historia cuesta mucho. Los cantaores de ahora deben cantar bien y no perder el gustito de lo que ya conocemos.

– ¿Quiere decir con eso que los cánones del flamenco son inamovibles?
– Hace mucho tiempo se puso un canon de identificación a determinados cantes. La soleá de Alcalá, los cantes de Cádiz, la seguiriya de Marrurro, la malagueña de La Trini… Un cantaor con el tiempo debe encontrar su propio sonido y su personalidad para empezar a ser él mismo. Deben aportar su forma respetando siempre el fondo antiguo que se nos ha legado.

 «Se habla de la decadencia o lo mal que está el flamenco, pero a pesar de todo está más vivo que nunca»
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– Hoy se celebra el Día Internacional del Flamenco. ¿El flamenco se valora suficientemente en España?
– No, en absoluto. El Día del Flamenco es un título, una fecha o una palabra. Del flamenco hemos vivido solamente tres o cuatro. Pero hay otra gente que canta muy bien que no tiene o no ha tenido la fortuna y malviven. Eso ha sido así siempre. ¿Por qué pasa esto? Porque el flamenco no está suficientemente valorado. La parcela es tan pequeña que no hay para todo el mundo.

– ¿Por qué entonces el flamenco no es un arte de masas en nuestro país y, sin embargo, triunfa en países de todo el mundo?
– El flamenco es tan nuestro y tan cercano que no le damos el valor que tiene. Es una música ancestral y un arte caliente universal. Desde principios del siglo veinte ya estaban Vicente Escudero, la Argentinita, Carmen Amaya o Sabicas haciendo patria fuera de nuestras fronteras. El flamenco lleva siendo reconocido fuera de España desde hace muchísimos años y aquí seguimos sin darle la importancia que merece.

– Teniendo en cuenta las dificultades que entraña dedicarse profesionalmente al flamenco, ¿Qué consejo le daría a un cantaor o cantaora que está empezando su carrera?
– Las peñas ya no pueden soportar el caché de los artistas, los festivales no atraviesan su mejor momento… Todo esto es cíclico. Soy poco amigo de dar consejos. Como decía Pepe Pinto: «los consejos sin dinero, yo no se los doy a nadie, ni los busco ni los quiero». No existe una varita mágica para encontrar el éxito. Lo que sí es verdad es que hace muchos años que se habla de la decadencia o lo mal que está el flamenco, pero a pesar de todo está más vivo que nunca. El milagro no lo sabemos, pero ahí está.

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