Recorremos las calles de la Judería de Córdoba con la bailaora Blanca del Rey. Nos cuenta que su ciudad siempre ha estado presente en todo lo que ha hecho. Su laberinto de calles perdidas, la luz del atardecer reflejada en los muros de la Mezquita, sus fuentes, las infinitas plazas… Son imágenes que le sirvieron de inspiración para crear coreografías como la mítica Soleá del Mantón, un baile que ha quedado grabado para siempre en los anales del flamenco. Con ella hablamos de lo que más le gusta: el baile flamenco y su tablao Corral de la Morería. Y lo hacemos en un momento muy especial para la bailaora, solo unos días después de que fuera galardonada con uno de los Premios de Honor que ha hecho entrega el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba en su 60 aniversario.
– Hace unos días recibió uno de los Premios de Honor del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba. ¿Cree que el certamen sigue gozando del mismo prestigio?
– Nuestro concurso tiene muchísimo prestigio y es único. Los artistas participantes que he visto hasta ahora me parecen fantásticos, con un gran nivel. Lo que me parece inaceptable es que el Premio Nacional de Baile sea una competición entre hombres y mujeres. Son completamente diferentes. El baile de la mujer es más barroco y el del hombre tiene otra expresión artística. No se pueden comparar…
«El arte es el único reducto verdadero de libertad que le queda al ser humano»
– Sin embargo, ¿los límites entre el baile del hombre y de la mujer cada vez son más difusos?
– El arte es el único reducto verdadero de libertad que le queda al ser humano. Y a eso no le podemos poner límites. Cada uno debe expresarse como quiere y debe ser el público quien decida. Otra cosa es un concurso, que no deja de ser una competición.
– ¿Se baila ahora igual que hace 60 años?
– No. Ni mejor ni peor, simplemente no se baila igual. En mi generación no había vídeos y no se podía copiar a nadie. Antes la riqueza era mayor, porque no se podía clonar a nadie. Esto me da pena. Antes tal vez hubiera más imaginación y estaba mal visto hacer lo que hacían otros…
– ¿Qué recuerdos guarda de sus comienzos en el Zoco de Córdoba?
– Comencé a bailar por necesidad económica. Mi padre falleció y en casa solo entraba lo que aportábamos los hermanos. Para mí fue un regalo de la vida ser profesional en el Zoco con solo 12 años. Fue mi mejor escuela, porque por allí pasaban multitud de artistas de todas partes de Andalucía. Lo que ocurría es que el flamenco no estaba valorado en esa época y a mí me denunciaron. Me echaron del colegio por bailar en el tablao y eso fue un trauma muy fuerte.
«He seguido mi propio consejo. No pensar en lo que vas a conseguir con lo que estás haciendo»
– Ahora que existen tantas vías para formarse en el baile flamenco, ¿sigue pensando que es fundamental que un bailaor o bailaora pase por el tablao?
– Por supuesto. Es la cuna del flamenco. Si revisamos la historia de los tablaos, vemos que ahí fue donde confluyeron los artistas y donde se concentró el flamenco que se hacía en distintos lugares. Es el sitio más genuino para ver flamenco y, si un artista no consigue transmitir en un tablao, debe cuestionarse cosas. Mira si ha sido y sigue siendo importante el tablao, que personalidades como Antonio Gades decían que querían volver al tablao porque se estaban teatralizando.
– En Madrid se encuentran algunos de los mejores tablaos del mundo, ¿cree que la capital sigue siendo ‘la corte’ del flamenco o eso ya ha cambiado?
– En todos los sitios hay un lugar que es la corte. En Andalucía, pasa igual. No me gusta ser categórica. En nuestro tablao, el Corral de la Morería, podemos decir que no hay un teatro que iguale nuestra programación. Y en lo que se refiere a gastronomía, nuestro restaurante tiene una Estrella Michelín. Nosotros buscamos la excelencia porque por ahí ha pasado y sigue pasando lo más grande del flamenco.
– ¿Qué consejo suele dar a quienes se quieren dedicar profesionalmente al baile flamenco?
– Yo he seguido mi propio consejo, que es no pensar en lo que vas a conseguir con lo que estás haciendo. Lo único que merece la pena es poner amor e ilusión a lo que uno hace.