Entre las bendiciones de esta Bienal cuenta ya la comparecencia del contrabajista francés Renaud García-Fons. Este músico alcanza los máximos calificativos a nivel internacional en diversos ámbitos, como puedan ser el clásico y el jazz, sobre todo por su excelente capacidad técnica, además de por rastrear en sus composiciones el gen de la música mediterránea.
Anoche dejó maravillado a un Lope de Vega abarrotado, que disfrutó de las múltiples texturas que puede sacarle al instrumento, que en sus manos funciona en lo rítmico, lo lírico y lo formal.
Dorantes se mostró tremendamente generoso en su papel de anfitrión y cedió la mayor parte del protagonismo a Renaud, que desempeñó el rol más cantarín y lúcido. Ya sea con el arco o pulsando las cuerdas, el músico francés de origen catalán despertaba el subconsciente de los oyentes con una música viajera, en la que el flamenco goza de un papel potenciador y emotivo. Y es que David Peña Dorantes dejó de hacerse hace tiempo ya la dichosa pregunta -¿es esto flamenco?- para abarcar en sus composiciones todos los registros que le sugieran su tremenda formación y sensibilidad.
Sin programa establecido, ambos músicos interpretaron una composición en solitario, para intercalar piezas de uno y otro en su dúo. La condición absolutamente abierta del concierto acentúa la idea de viaje, en esta ocasión promovido por dos maestros que demostraron conectar vivamente. Con ellos, en sus cuatro manos, el flamenco se desprende de sus rigores, de su cerrajón, y fluye acompañado por las tradiciones con las que está emparentado, sumergiéndose además gozosamente en aquellas músicas en las que no se presupone su presencia.
El jazz, lo oriental, por supuesto el barroco, e incluso lo celta aparecieron en determinados momentos de las piezas, que fueron caudalosas y largas, siempre dóciles. El aficionado puede encontrar la clave rítmica de algún palo, cierta melodía reconocible, pero no puede acomodarse en esa familiaridad, pues es inmediatamente trasportado a otro lugar.
No obstante, podemos reseñar el latido de la seguiriya, los tientos y tangos, la bulería y aún la granaína. La dimensión musical del palo flamenco, entendido como esquema básico en el que conviven los intérpretes, queda aquí revelada como amplísima y maleable. Y es que con Dorantes y García-Fons el flamenco parece infinito.
‘Flamenco A cordes’. Teatro Lope de Vega. Piano: David Peña “Dorantes”. Contrabajo: Renaud García-Pons.
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