La soleá se llama Manuela Carrasco

Pues sí. Confieso no haber entendido el supuesto argumento de la obra, ni el título rimbombante, ni la oportunidad de recurrir a los cuatro elementos, ni el empeño de meter una vez más con calzador a Lorca al que no vimos por ninguna parte. Pero, ¿acaso importa el mundo cuando Manuela Carrasco baila por soleares? ¿no es el arte al final la fuerza de un instante?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Diosa sabía lo que se esperaba de ella y lo reservó inteligentemente hasta el final para arrebatar al público cualquier capacidad de razonamiento. Su cuerpo al servicio de la soleá y la estrella del momento -Miguel Poveda- a su servicio. A partir de ahí, la euforia, el delirio. Lo inexplicable.

Foto: Adam Newby.

Esta Manuela levanta los brazos y alcanza la eternidad. Su poder, su fuerza, su sola presencia en el escenario es tan imponente que es imposible dejar de mirarla. Sin moverse no para de bailar. Por eso, pensamos que deberían haber abierto las puertas del Maestranza para que su Triana hubiese podido disfrutar del momento. Sentir el mismo escalofrío que se produce segundos antes del primer beso.

Puede que sea injusto, como lo es también la belleza, pero estos últimos 15 minutos justificaron la obra y el precio de la entrada. Sin desmerecer los fandangos del pianista y cantaor Diego Amador. O las rondeñas y alegrías que nos regalaron las bailaoras Saray y Lole de los Reyes y La Marquesita, donde demostraron -sobre todo la primera- el preciosismo del baile flamenco clásico por sí mismo.

Foto: Adam Newby.

Por lo demás, la artista trianera recurrió demasiado a la estampa, a homenajearse a sí misma y a su figura. Bailando menos de lo que se esperaba. Como una colaboradora especial de su propio espectáculo. Asimismo, pese a los gritos literales desde el patio de butacas, Poveda no tuvo su noche. Estuvo perdido por tientos tangos y, aunque mejoró cantándole a Manuela, no parecía encontrarse en su sitio. Tampoco ayudó un saturadísimo sonido, dicho sea de paso.

En cualquier caso, repetimos. Ella le puso nombre propio a una forma de bailar en la que no tiene competencia. Y claro, llovieron los aplausos.


‘Naturaleza Gitana. Gitana morena’. Teatro de La Maestranza. Baile: Manuela Carrasco, Saray de los Reyes, Lole de los Reyes, La Marquesita. Cante: Enrique El Extremeño, Pepe de Pura, Mara Rey, Zamara Carrasco. Guitarra: Paco Jarana, Juan Campallo y Paco Iglesias. Colaboración especial: Diego Amador y Miguel Poveda. Percusión: José Carrasco. Palmas: El Choro, Jesús Corbacho. Dirección: Juana Casado.

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