Pocas veces tenemos la oportunidad de asistir a un hermanamiento entre danza y flamenco como el que se produjo el pasado sábado en el Gran Teatro de Córdoba. Un encuentro de primeras figuras, entre bailarines, bailaoras, cantaores, guitarristas, discípulos, amigos, compañeros y familiares del maestro Javier Latorre, que durante más de tres horas rindieron homenaje a uno de los artistas y maestros más prolíficos y relevantes del panorama dancístico de nuestro país.
Medio siglo sobre los escenarios que Javier Latorre quiso celebrar bailando en su tierra adoptiva, la misma en la que hace treinta años dejó de ser el exbailarín del Ballet Nacional de España para convertirse en Javier Latorre, un artistas con nombre propio. Entonces su paso por el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba le valió, entre otros premios, el de bailaor más completo. Tres décadas después, el legado de aquel joven bailarín se atisba en los movimientos de la mayoría de los que hoy se han hecho un nombre en la danza y el flamenco.
Figuras como Eva Yerbabuena, a quien el maestro valenciano dirigió en ‘La fuerza del destino’, no quisieron perderse una cita enmarcada en la programación de actos paralelos del XXII Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba. Como era de esperar, la actuación de la bailaora granadina fue una de las más destacadas de la noche -a pesar de los problemas técnicos que registró el micrófono de la guitarra de Paco Jarana- con un solemne baile por soleá con bata de cola y mantón que puso el teatro en pié.
Momentos antes ya habían pasado por las tablas el Ballet Flamenco de Andalucía, bajo la dirección de otra discípula de Latorre, la cordobesa Úrsula López, interpretando uno de los movimientos de la obra ‘Cosas de payos’. Y los bailarines del Ballet Nacional de España, Miriam Mendoza y Francisco Velasco, que fueron los encargados de poner en valor repertorio más clásico. Un apartado que tuvo como exponentes también a Tamara López y Cristian Lozano, exbailarines del Ballet Nacional de España y ambos habituales en las obras de Latorre, con un magistral paso a dos que hizo vibrar al entusiasmado público que abarrotó el aforo del teatro.
Ya en la segunda parte, el flamenco acaparó el protagonismo en exclusiva. Primero con el baile de Javier Latorre, que interpretó la farruca ‘Faro del viejo mundo’ con música del pianista cordobés Alfonso Aroca. Una coreografía que destiló la esencia misma del baile del maestro, con sus característicos braceos y una técnica marca de la casa reconocible en todos los discípulos que estaban llamados a protagonizar el fin de fiesta. Y continuó con la salida al escenario del bailaor japonés Shoji Kojima, que, a sus más de ochenta años, dejó con la boca abierta a más de uno con un baile por tientos en el que estuvo acompañado a la guitarra por Chicuelo y el cante de El Londro.
La escuela de Javier Latorre y el patrimonio dancístico que ha dejado a lo largo de su trayectoria lo pudimos disfrutar sin mesura en el fin de fiesta. Mercedes de Córdoba, La Moneta, Pedro Córdoba, Marcos Flores, Encarna López, Karen Lugo, Mara Martínez y hasta su hija, Ana Latorre, todos discípulos del maestro, pusieron el colofón a una fiesta de la danza y el baile que quedará grabada en la historia del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba.
Galería fotográfica: Miguel Valverde.