ENTREVISTA AL PREMIO NACIONAL DE DANZA EN MODALIDAD DE CREACIÓN 2011
Ha pasado ya una semana desde que fue galardonado con el Premio Nacional de Danza en la modalidad de creación y el bailaor, bailarín y coreógrafo Javier Latorre asegura que aún está en una nube. “El premio ha supuesto para mí un ‘subidón’ de autoestima que me da combustible para todo lo que me queda de vida artística y casi de vida biológica”, afirma este valenciano y cordobés de adopción.
El suyo es el reconocimiento a una vida dedicada al baile desde los cuatro años, al estudio incansable, a la enseñanza y, por supuesto, a la innovación. Y es que, tras 47 obras montadas a lo largo de su dilatada y exitosa trayectoria profesional, Latorre ha logrado infundir un sello personal a sus creaciones que han elevado el baile flamenco a las más altas esferas de esta disciplina.
– ¿Qué recuerdos le pasan a uno por la cabeza cuando le dicen que es el ganador del Premio Nacional de Danza?
– Me puse a llorar inmediatamente. Pasan por tu cabeza imágenes de tu vida a toda velocidad y recuerdas todo por lo que has pasado. Desde los autobuses que cogía con cuatro años para actuar en el último pueblo de la provincia de Teruel hasta los estrenos en el Teatro Real o en el Liceo. Pasan por la cabeza todos los maestros que te han enseñado, todos los alumnos que he tenido y también todas las obras que he montado. Haces un repaso rápido de toda tu carrera y de lo que ha costado llegar a este momento. Una de las cosas que más ilusión me ha hecho es que sólo se ha concedido este premio en la modalidad de creación a tres artistas flamencos: María Pagés en el año 2002, Israel Galván en el 2005 y ahora me lo han concedido a mí. Y creo que es una reivindicación de que el flamenco es una de las disciplinas más creativas que hay en estos momentos, lo que no hay es sitios donde mostrar esa creatividad.
– ¿A qué se enfrenta un coreógrafo en cada creación?
– Un creador se enfrenta siempre al reto de superarse a sí mismo, a no repetirse, a que sus obras se entiendan, a tratar de infundir en los bailarines la misma pasión que uno pone en el proyecto… Para ello hay que informarse y estudiar permanentemente. Yo me empapo constantemente de coreografías a través de Internet, sobre todo de disciplinas que no son flamenco. Porque creo que la danza contemporánea y neoclásica están un siglo por delante de nosotros a nivel conceptual y de ideas. El reto del creador es continuo, pero con uno mismo. Yo llevo cuarenta y siete obras montadas y mi obsesión es no repetirme. Porque la diferencia entre el sello personal y la repetición es muy fina.
– ¿Qué aporta la danza contemporánea al flamenco?
– La forma de mostrar las cosas. El concepto, el envoltorio, la hibridación de pasos, la riqueza gestual… Las obras que he coreografiado, sobre todo aquellas con argumento de larga duración como son La fuerza del Destino, Rinconete y Cortadillo, El loco o El Duende y el Reloj, no se pueden montar con dos pasos y tienes que hacer que se entiendan echando mano de todo lo que has estudiado. No se puede escribir un libro de trescientas páginas con ‘mi mamá me mima’. El gran desafío al que se enfrenta el flamenco es huir de los palos y de una carrera profesional interpretando únicamente unas alegrías o una soleá. Hay que ir a por más e intentar contar historias por medio del flamenco. Y yo para contar historias siempre me he basado en las estructuras y la gestualidad de los ballets clásicos. Con un solo gesto y sin bailar, la gente debe entender perfectamente en qué parte de la obra estás y qué estás queriendo contar.
– ¿Cree entonces que el baile flamenco tiene limitaciones en comparación con otros estilos?
– Las únicas limitaciones que tiene el flamenco son los cerebros de los flamencos. Es una sola, pero es terrible. Porque hay que cambiar toda una forma de pensar y de concebir las cosas. Pero ahora hay una cantidad de gente joven que está en esa dirección y que se están mezclando con artistas de otras disciplinas a todos los niveles. Tengo muy claro que todo lo que es verdadero arte es compatible con el flamenco y lo enriquece. La endogamia es el gran peligro del flamenco. Está demostrado que la endogamia puede llevar a la subnormalidad e incluso a la extinción de una cultura o una raza.
– ¿Hacia dónde se dirige el baile flamenco en la actualidad?
– El flamenco se dirige a la universalidad. Hoy en día nadie se plantea que para hacer un buen jazz haya que ser negro, obeso y de Nueva Orleans. La virtud y el problema del flamenco es que somos únicos. Y hay mucha gente que defiende su territorio y su incapacidad atacando otros territorios.
– ¿A qué nivel se encuentran los bailaores y bailaoras de flamenco de Córdoba?
– A nivel de enseñanza, hay excepciones. Y a nivel de figuras cordobesas de primer orden, tenemos una gran riqueza de artistas.
– ¿Cual cree que debe ser la mayor virtud de un buen profesional?
– Lo primero es el amor a la danza. Y lo que debe hacer un profesor, aunque sus conocimientos sean limitados, es infundir pasión a sus alumnos. Creo que cuando un profesor ya no puede aportar más conocimientos a sus alumnos debe procurar que salgan fuera, aunque eso no suele ser lo habitual. La norma general suele ser decirle al alumno “no estudies con nadie porque te van a viciar”. Y yo entiendo que la única forma de tener una personalidad única es estudiando con todos los grandes maestros. Ése ha sido mi recorrido, porque he tenido la gran suerte de poder estudiar con todos los grandes genios vivos y todos los que ya han desaparecido. Y el resultado es que yo no creo parecerme a nadie. Ni yo, ni mi baile, ni mis obras, ni mi forma de enseñar.
– ¿Qué ha aprendido a lo largo de su carrera como maestro y como alumno?
– Lo que aprendo de mis alumnos es todo lo que ellos van aprendiendo de otros profesores… (risas). Siempre digo que yo he estado media vida aprendiendo de mis maestros y otra media aprendiendo de mis alumnos. Pero mi mayor satisfacción es ver cómo mis alumnos bailan mejor que yo.
– Si pudiera volver atrás en el tiempo, ¿cambiaría algo en su vida?
– Lo único que cambiaría son las cosas que yo he hecho con mi vida y que han afectado a otros. Cambiaría el daño que ha tenido que pasar la gente que me quiere por las cosas que he hecho en mi juventud. Pero todo lo que soy ahora es producto de lo que me ha ido pasando a lo largo de mi vida. Por lo tanto, no me arrepiento de nada y no cambiaría absolutamente nada. Tengo una vida privilegiada.
– ¿Cuáles son sus próximos proyectos profesionales?
– El día 18 de noviembre salgo para Tokio, donde estuve el mes pasado para empezar con los ensayos de ‘La Celestina‘. El día 30 de noviembre bailaré en la capital de Japón en una gala por Fukushima. Y el día 2, 3 y 4 de diciembre se repone otra vez ‘La Celestina’ en el Teatro Ginza de Tokio con la compañía de Shojikojina y música de ‘Chicuelo’, que bajo mi punto de vista es la obra más redonda que he montado nunca. Luego tengo un par de cursos programados en diciembre, de los cuales puede que uno montemos en Córdoba aunque aún está todo en el aire. En enero volveré al Ballet Nacional a montar parte de ‘Angeles caídos’, el nuevo espectáculo de la compañía que se estrenará en marzo en el Teatro de La Zarzuela bajo la dirección de Antonio Najarro. Y luego, en mi vuelta a los escenarios, bailaré en abril en Seul y en mayo en Moscú.
– ¿Y cuándo lo veremos bailar en Córdoba?
– De momento, no hay nada previsto, aunque espero que sea pronto. Mientras me dure la resistencia y la estética, espero poder estar en los escenarios.