Puente Genil es un pueblo flamenco. Y no solo por el rosario de cantaores que atesora. Lo es fundamentalmente por su afición, que la noche del jueves volvió a responder masivamente a un encuentro que, con casi medio siglo de historia, es un referente del calendario festivalero en Andalucía.
Más de 1.300 personas se dieron cita en la Caseta Municipal del nuevo recinto ferial pontanés. Un enclave en el que la nota discordante fue el excesivo ruido proveniente del resto de casetas y de la calle del inferno que se coló durante toda la noche. Este aspecto es uno de los que sin duda la organización deberá estudiar de cara a próximas ediciones, ya que dificilmente casan el disfrute del flamenco con el estridente ambiente consustancial a toda feria que se precie.

Ruidos aparte, el encuentro fue un derroche de buen cante. Subió al escenario en primer lugar el sevillano Antonio Ortega Hijo. El flamante ganador de la última edición del Concurso de Cante Membrillo de Oro hizo valer su galardón con un recital sobrio y lleno de jondura. Acompañado a la guitarra por Antonio Cáceres, arrancó por malagueñas y completó su actuación con alegrías de Cádiz, seguiriyas y fandangos.

Como invitado de honor volvió a estar presente el maestro Antonio Fernández ‘Fosforito’, a quien el cantaor pontanés David Pino dedicó su actuación. Con la elegante musicalidad de dos sonantas de lujo, las de Gabriel Expósito y José Tomás Jiménez, el recital de David Pino fue uno de los más aclamados de la noche. Cantó por malagueñas, recreó la soleá apolá de Fosforito y culminó su intervención por tangos, seguiriyas y una tanda de fandangos.

Con el ambiente ya caldeado y el ruido de la feria subiendo de decibelios, llegó el turno de una de las artistas más esperadas por los aficionados. La catalana Mayte Martín no defraudó en su vuelta a Puente Genil. Estuvo sobresaliente por peteneras y malagueña. Dulce por guajiras. Y escoltada por la magistral guitarra de su inseparable Juan Ramón Caro. Su voz es una de las pocas capaz de mecer y dar color a todo el árbol flamenco. Un derroche de sensibilidad toda su actuación, que fue una de las más aplaudidas por el público.

Entrada la madrugada llegó el turno del baile. En esta ocasión subía a las tablas Mercedes de Córdoba, que se estrenaba en Puente Genil. Y lo hizo defendiendo el último Premio Nacional de Baile del Consurso Nacional de Córdoba con un baile por alegrías y soleá. Temperamento, técnica y el influjo de la escuela de Eva Yerbabuena fue lo más destacado de la propuesta de la cordobesa, que brilló especialmente con la bata de cola.
Como no podía ser de otra manera, el colofón a la noche lo pusieron los artistas de Jerez. En primer lugar José Mercé, que subió al escenario arropado por el flamenquísimo toque de Antonio Higuero. El magnetismo del jerezano es incuestionable cante lo que cante. Empezó por soleá, siguió por fandangos y terminó con ‘Aire’, un tema que forma parte de su repertorio allá por donde va. Aún así, no fue su mejor noche. Mercé llegó con la voz rozá, lo que hizo que no alcanzara el nivel que se espera de una figura de su talla.

Todo lo contrario que su paisano Jesús Méndez, que se encuentra en uno de los mejores momentos de su ascendente carrera. Tiene un metal que araña, su cante está lleno de compás y atesora en su haber la fuerza y las ganas de quien sabe que puede llegar a lo más alto. En su paso por las tablas hizo junto a la guitarra de Manuel Valencia soleá por bulerías, seguiriya, fandangos y terminó por bulerías de su tierra. Una actuación inconmensurable que levantó a los aficionados de sus asientos y sirvió para poner el punto y final a la cita pasadas las cuatro de la mañana.
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