Numerosos aficionados se dieron cita el pasado viernes 16 en la Peña Rincón del Cante para escuchar a Cancanilla de Málaga. Aunque todos los años este artista es incluido en la programación de esta peña, en ningún momento ha decaído el interés y expectación por escucharle. Y es que cuando el río suena…
El recital comenzó con un considerable retraso según la hora anunciada por problemas en el desplazamiento a Córdoba del cantaor, pero esta incidencia no mermó para nada lo que sería el desarrollo y contenido del acto.
Cancanilla de Málaga se ciñó a un repertorio con el que se siente a gusto, ejecutando cantes que domina y a los que supo sacarle rendimiento artístico, de ahí que en la segunda parte de su recital volviese a repetir palos realizados en la primera -soleares y seguiriyas-, pero abordándolos con estilos y versiones distintas.
Esta actitud por parte del cantaor denotó sentido común y lúcida resolución artística, la antítesis a otros colegas que se empecinan en querer demostrar un vasto enciclopedismo, pero cogido con pinzas en una huera actitud flamenca con la que solo logran el bostezo del aficionado.
Cancanilla conoce los cantes, sabe interpretarlos y los amolda a su timbre de voz con naturalidad. Así, en el Rincón del Cante volvió a hacer gala de esa empatía con el público cantando sin asfixiantes corsés ni rígidas medidas castrantes, simplemente exponiendo los estilos de forma correcta, respetando los moldes melódicos y personificándolos.
A esta manera de estar y formular los cantes hay que añadir velocidad y fluidez en la voz, sabiendo modelar con sensibilidad y buen gusto desde, por ejemplo, una malagueña de Chacón a unos fandangos de Aznalcóllar con su contrapunto en Caracol, sin pasar por alto estilos y referencias muy exigentes, tanto en la soleá por bulerías, seguiriyas y soleares.
El recital, que tuvo como pórtico tiento-tangos y en el que no faltaron las cantiñas, concluyó con unas demandadas bulerías con las que el cantaor pudo juguetear con el compás y brindar a los asistentes sus habituales pinceladas de baile. El acompañamiento del tocaor Manolo Flores resultó modélico por su precisión y agudo tacto para entablar el necesario diálogo musical con el cantaor. El guitarrista cordobés estuvo técnicamente brillante, sin aspavientos innecesarios, condensando con sensibilidad y solidez cada toque.
Valió la pena esperar durante varias horas la llegada a la peña de Cancanilla porque al final se pudo disfrutar de una noche/madrugada de cante y toque en buena armonía y sintonía con los aficionados.