Texto: Alejandro Medina. Fotos: Óscar Romero.
La bailaora cordobesa Olga Pericet volvió a la Bienal de Sevilla con su espectáculo “Pisadas. Fin y Principio de mujer”, una obra que incide en su concepción del espectáculo flamenco, en el que el discurso teatralizado juega un papel importante.
La bailarina expuso sobre las tablas del Teatro Central casi dos horas de recital, en el que los números netamente flamencos se alternaron con otros pasajes más introspectivos que aguantan el peso simbólico de la obra.
Según explica el programa de mano, ‘Pisadas‘ pretende mostrar la ruptura de la figura femenina con los códigos establecidos. Pero no fue eso lo que sintió un servidor. Más bien al contrario, lo que más aprecié en el baile de Pericet fue una sensualidad alucinante, un capacidad dancística descomunal, un derroche de formas bailaoras de mujer a las que ella añade su propio genio.
Inmensa en el taranto, dedicó guiños a Carmen Maya a base de fuerza y expresividad; un baile siempre circular y volátil que nos dejó hipnotizados. Cobijada por un maravilloso cuadro, desgranó también el romance y la alboreá, en el que brillaron las voces de Miguel Lavi y Miguel Ortega. ¡Qué dos grandes cantaores!
Entre estos dos bailes se insertaron dos momentos realmente confusos. Seguidamente al taranto asistimos al garrotín interpretado por Juan Carlos Lérida, que irrumpió en el escenario adornado con una prodigiosa cornamenta de venado, en lo que entendimos fue la representación de un ritual de apareamiento frustrado, una berrea castrada por la feminidad independiente de Olga Pericet, que aparece en escena para dominar al macho encelado.
A continuación la cantaora Herminia Borja interpretó en solitario una alabanza propia del rito evangélico, en el que insertó notas de góspel. Ensartadas, estas dos escenas ocupan la parte central del espectáculo, produciendo un anticlímax que solo se alivió con el mencionado romance, una estupenda coreografía de Marcos Flores.
Pericet y muchos de su generación parecen convencidos de que el baile flamenco debe ser un arte narrativo, moralizante, confiando el valor de sus creaciones a la validez intelectual de su mensaje. Obvian así los daños que la introspección produce sobre su verdadero arte, en este caso un baile de los más nutridos y hermosos que se pueden ver, el de la cordobesa Olga Pericet.