Antonio Mondéjar ha pasado más de la mitad de su vida bailando. Empezó a los siete años y dejó su trabajo en la banca por cumplir el sueño de triunfar sobre el escenario. De Córdoba viajó a Londres y allí montó un tablao por el que pasaron artistas como Lola Flores, Marifé de Triana, Fosforito o Paquita Rico. Con ellos y otros muchos artistas de la época compartió escenario por media Europa y parte de África. Y de su academia han salido algunos de los nombres que ahora figuran en lo más alto del candelero.
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El maestro recibirá esta noche, a las 22 horas en Las Tendillas, un homenaje a su extensa trayectoria en el que participarán algunos de esos viejos alumnos. Un merecido tributo a una de las figuras más representativas del baile cordobés, que servirá de antesala a la Noche Blanca del Flamenco de mañana sábado.
– ¿A sus setenta y siete años puede decir que ha cumplido todos sus sueños?
– Sí. Puedo decir que estoy satisfecho. A lo largo de mi vida he montado coreografías muy buenas y aún sigo haciéndolo junto a mi alumno Antonio Pérez Alcántara, que es el que está siguiendo mis pasos y espero que siga mi trayectoria. Este año hemos presentado el espectáculo ‘Los Tarantos’ en La Casa de Las Campanas.
– ¿Ha tenido que cambiar mucho el baile en todo este tiempo?
– La verdad es que sí. Últimamente el baile ha variado mucho y se hacen cosas que no entran dentro de mi idea de baile flamenco y español. A mí no me gustan, porque mi estilo sigue siendo ortodoxo.
– ¿Qué le dijeron sus padres cuando supieron que usted quería dedicarse al baile?
– Mi padre no quería, pero mi madre sí me apoyó. Cuando pedí la excedencia en el banco y les dije que me iba a Londres, fue un disgusto tremendo para mi padre.
«Cuando llegué a Inglaterra, tuve que fregar muchos platos para salir adelante»
– Porque los bailaores no estaban muy bien vistos en la sociedad de la época…
– Claro. Antes a los bailaores siempre nos trataban de homosexuales, no se podían tocar las castañuelas… Pero yo me presentaba a todos los concursos que había por aquel entonces y dejar el banco para dedicarme al baile fue lo mejor que hice en mi vida.
– Cuando llegó a Londres montó su propio tablao, ¿fueron duros los comienzos?
– El guitarrista Paco Peña y yo fuimos los primeros en irnos a Inglaterra. Cuando llegamos tuvimos que fregar muchos platos para salir adelante, pero pronto conocí a una bailaora inglesa –Verónica de Jerez- que estaba casada con un jerezano y nos hicimos pareja artística durante más de veinte años. Monté el tablao ‘Los Andaluces’ y llevé a muchas de la artistas con las que había compartido escenario. Lola Flores, Marifé de Triana, Paquita Rico, Fosforito… Además, Antonio ‘El bailarín’ era uno de los que siempre se pasaba por allí cuando iba a Londres, por eso hicimos una gran amistad.
«Un artista debe saber cuando llega su hora antes de hacer mamarrachadas en el escenario»
– ¿Qué recuerdos guarda de esas grandes estrellas con las que compartió vivencias?
– Lola era un encanto de mujer, algo especial. Ella lo daba todo y por eso no dejó una gran herencia. Y Juanita Reina lo mismo, una gran señora. Es una gran mentira eso que se decía de que los artistas eran gente de mal vivir. Aunque había de todo… Recuerdo que estando en Argelia, Miguel de los Reyes asaba sardinas sobre la moqueta de la habitación del hotel.
– Después de actuar en la mayor parte de Europa y también en África, ¿cree que el flamenco se valora más fuera de España?
– A los españoles nos gusta más el flamenco porque es nuestra cultura, pero es verdad que fuera se le da más importancia a este arte.
– ¿Cuándo supo que debía retirarse de los escenarios?
– En mi caso, me retiré porque volví a Córdoba en el 81 y abrí una academia. Ya no tenía tiempo de dedicarme a montar espectáculos para ballet y, como la academia iba muy bien, tampoco tenía ninguna necesidad. Además, hacía lo que me gustaba, que era coreografiar. Siempre he creído que un artista debe saber cuando llega su hora y dejar su trayectoria limpia antes de hacer mamarrachadas en lo alto del escenario.
«Un bailaor debe bailar siempre, aunque no tenga trabajo»
– ¿Se siente querido en su ciudad?
– Desde luego. Todo el mundo me saluda por la calle, aunque no me acuerdo de la mitad de las caras de la gente que dice que me conoce. Me han dicho que me hacen un homenaje en Las Tendillas, pero no sé nada. Aún así, no me gustan mucho estas cosas y no me explico a qué viene lo que me van a hacer allí…
– ¿Qué consejo le daría a los jóvenes que quieren ganarse la vida con el baile?
– Que estudien mucho y que no dejen de bailar si verdaderamente lo sienten. Un bailaor debe bailar siempre, aunque no tenga trabajo.