NO PIERDAS EL ESPECIAL NOCHE BLANCA DEL FLAMENCO
Estrella Morente reunió en la Noche Blanca del Flamenco de Córdoba tres cuartos del aforo del Teatro de La Axerquía, una entrada más que aceptable en los tiempos que corren teniendo en cuenta, además, la novedad de que este año era el único concierto de pago de toda la programación. Inmersa en la oscuridad inicial que invadía el escenario, la cantaora granadina comenzó su actuación con la rueda de tonás y deblas que con tanto gusto ejecutaba su padre al inicio de sus actuaciones y que llevó mecida al compás de quienes la acompañan habitualmente en sus espectáculos: ‘Montoyita’ y ‘El Monti’, como primer y segundo guitarrista; ‘Popo’ a la percusión; y Antonio Carbonell, Ángel Gabarre y Remedios Heredia, en los coros y palmas.
Resulta imposible desligar a la ‘niña’ de Enrique Morente del legado que ha dado su padre al flamenco. Más aún cuando sobre el escenario se afana en rememorar las puestas en escena que eran habituales en el gran maestro, sus letras y hasta su personal forma de hacer los cantes. Tras el ritual morentiano de iniciación al cante, Estrella se adentró de lleno en algunos de los palos más clásicos del árbol flamenco sin salirse de la estela e impronta de su padre, que con tanto acierto supo combinar las raíces del cante con una estética vanguardista.
Siguió cantando la caña, unos tangos de Morente y una granadina que remató por verdiales. Fue sin duda la versión más pura de la estrella del cartel de esta edición de la Noche Blanca, que puso fin a la primera parte de su espectáculo cantando por levante y seguiriyas, ya en esta ocasión acompañada solo por el lamento que brotaba de la sonanta del maestro ‘Montoyita’.
Durante el receso de la artista, Remedios Heredia bailó por bulerías el cante de Antonio Carbonell y Ángel Gabarre, en lo que supuso un claro cambio de tercio en el repertorio de la granadina. Ya de nuevo sobre las tablas, enfundada en su mantón y con abanico en mano, Estrella Morente rompió la ortodoxia inicial del concierto cantando en un sui géneris polo letras lorquianas y del poemario popular que Morente adaptó con gran éxito años atrás. Y siguió con unas sevillanas dedicadas a Lola Flores con letras de su hijo Antonio, momento que aprovechó para reivindicarse nuevamente en Córdoba como una cantaora libre de ataduras, inmersa en el eclecticismo artístico y la búsqueda de su propio devenir.
Pero si algo ha heredado Estrella Morente de su padre aparte de la libertad creadora, es el don que tienen los más grandes de llenar el escenario solamente con su planta. Y esto lo hizo además bailando y jugando con su mantón, poniendo fin a su idilio de más de una hora y media con el público cordobés con carreras entre el graderío al son de unas bulerías que su padre dedicó a Córdoba. Un gesto que muestra la cercanía y el cariño de una artista hacia una ciudad que se vuelca con la Estrella de Morente cada vez que esta la visita.
Texto: Antonio Higuera. / Fuente: ABC de Córdoba.