A pesar de que aún duraba en el cuerpo de algunos la resaca de los conciertos de La Víspera que inundaron de flamenco el jueves y el viernes los barrios de la capital, Córdoba se volcó nuevamente ayer con el arte jondo y su Noche Blanca del Flamenco. Con el mercurio como aliado este año, la Plaza de las Tendillas volvió a ser el epicentro de una fiesta flamenca que se prolongó hasta la madrugada con nueve conciertos repartidos a lo largo y ancho de todo el casco histórico de la ciudad.
Y es que el cartel menos mediático y más flamenco de las nueve ediciones de la Noche Blanca del Flamenco logró el lleno absoluto en todas las plazas. Fue evidente la menor afluencia de gente en las calles con respecto a otras ediciones, lo cual contribuyó a un mejor disfrute de los conciertos en cada emplazamiento y evitó los temidos taponamientos – a excepción del escenario de La Calahorra- y las marabuntas incontroladas de personas de años anteriores.
Con puntualidad británica -algo no habitual en el gremio flamenco, pero de agradecer en eventos de este calibre- la cantaora onubense Argentina subía al escenario para abrir la que sin duda ha sido la Noche Blanca del Flamenco más ortodoxa en cuanto a género y estilos jondos se refiere.
Este año el leitmotiv de la edición giraba en torno al reconocimiento a Andalucía como ‘tierra madre’ del flamenco y, desde el momento en que Argentina puso un pie en el escenario, se encargó de dejar el nombre de Huelva, su tierra, en lo más alto.
La artista onubense abrió su espectáculo ‘Sinergia’, un trabajo discográfico con el que ha conseguido su segunda nominación a los Latin Grammy Awards 2015, con un emotivo a recuerdo a la mítica pareja Lole y Manuel, a los que quiso homenajear con una exquisita versión del tema ‘Desde Córdoba a Sevilla’. No necesitó más para meterse a toda la Plaza de las Tendillas en el bolsillo.
Acompañada por un elenco de lujo, con los Mellis, Torombo y Diego Montoya a las palmas; el violonchelo de Carlos Roca; el violín de Álvaro Izquierdo; la percusión de José Carrasco y tres de las mejores sonantas del momento, las de José Quevedo ‘Bolita’, Eugenio Iglesias y Santiago Lara; Argentina brindó un concierto en el que dejó de manifiesto por qué es una de las artistas más reconocidas del actual panorama flamenco.
Por serranas, tangos, cantes de trilla, granaínas y abandolaos, seguiriyas y fandangos, una de sus especialidades, la cantaora puso patas arriba una plaza sometida desde el primer momento a un delirio de compás y musicalidad que se prolongó hasta cerca de la medianoche. Como colofón a su actuación, se despidió del público cordobés con las bulerías que abren su último disco, María La Portuguesa & Paquera la Jerezana.
A partir de este momento, las alternativas pasaban por decidir entre asistir a los dos espectáculos de baile que este año incluía la programación: el protagonizado por La Lupi o el de la sevillana Pastora Galván. A las doce subía al escenario del entorno de La Calahorra la bailaora Malagueña Susana Lupiáñez ‘La Lupi’, que se estrenaba en la Noche Blanca del Flamenco representando a Málaga con su espectáculo ‘RETOrno’.
Comenzó recordando la herencia bailaora de los patios de vecinos con una performance que tuvo el reconocimiento del público desde el primer momento en el marco incomparable de fondo de la Mezquita-Catedral. Como aspecto negativo al margen del plano artístico, el tapón que se produjo en el estrecho pasillo que quedó entre el escenario y butacas y la Torre de la Calahorra, bloqueando la única vía de acceso y salida a las personas que circulaban por el Puente Romano.
Media hora más tarde, la protagonista sobre las tablas del Compás de San Francisco era la bailaora sevillana Pastora Galván, que también se estrenaba como artista invitada a la Noche Blanca y uno de los grandes alicientes del cartel. Flamenco y música árabe se fusionan en su espectáculo ‘Moratana’, en el que la bailaora logró arrancar las ovaciones de un público entregado al baile de raíz de esta temperamental artista.
Sin tiempo a poder contemplar todo el espectáculo, de allí nos dirijimos al Patio de los Naranjos, donde el guitarrista cordobés José Antonio Rodríguez comenzaba su concierto. Para los amantes de la guitarra flamenca, la decisión se antojaba difícil, ya que a la misma hora hacían acto de presencia Tomatito y su familia en la Plaza de la Corredera.
José Antonio Rodríguez abrió su concierto con Nana para un niño grande, uno de los temas de su último disco ‘Adiós muchachos…’. En uno de los espacios más proclives al disfrute de los sentidos y a la conexión con el público, el cordobés continuó su concierto junto al resto de su formación en formato quinteto interpretando temas de su recién estrenado trabajo discográfico y una variada selección de temas de su amplia trayectoria discográfica.
En la Corredera, que este año volvió a ser uno de los escenarios más multitudinarios, Tomatito y su familia comenzaban a sonar a la una de la madrugada. El guitarrista volvió a recordar a Camarón de la Isla con un espectáculo que abrió por rondeñas y se prodigó en los palos festeros que tanto agradan a su legión de incondicionales.
Solo media hora más tarde, otro de los grandes nombres del flamenco, el de la granadina Marina Heredia, hacía acto de aparición pasada la una de la madrugada en la Plaza de San Agustín, que se este año se incorporaba como nuevo escenario a la Noche Blanca del Flamenco. Era sin duda una de las actuaciones más esperadas de la noche y la cantaora no defraudó en su vuelta a Córdoba, que en esta ocasión contó con la presencia de su padre Jaime Heredia ‘El Parrón’. Al toque, dos guitarras de lujo, la de Diego del Morao y José Quevedo ‘Bolita’.
Solo una hora más tarde, a las 2:30 de la madrugada, el homenaje a Andalucía continuaba con la actuación de otro de los artistas que participaba por primera vez en la fiesta. Era el turno de Juan Valderrama, que subía al escenario de una abarrotada Plaza del Potro para ofrecer un concierto en el que no faltaron rumbas, versiones de copla y también cante por derecho.
Pasadas las tres de la madrugada, entrabamos de lleno en la recta final de la noche y el punto de concentración fue la Plaza de Jerónimo Páez, donde esperaban los alumnos de la Escuela Yo Canto, dirigida por el compositor y productor Manuel Ruiz ‘Queco’ y el cantaor David Pino, con su particular fusión de flamenco y música árabe. Éxito absoluto de un espectáculo con sabor cordobés y apoyado sobre las voces de prometedores artistas que, con versiones de temas de Camarón o Lole y Manuel, hicieron las delicias de un público ya entregado en cuerpo y alma al compás de tangos.
Y para los que aún no habían tenido bastante con toda una noche de cante, baile y guitarra flamenca, quedaba el fin de fiesta en el Arco del Triunfo, donde a partir de las cinco de la mañana el cantaor gaditano David Palomar y el grupo UHF (Ultra High Flamenco) pusieron el punto y final a la presente edición con un concierto que se convirtió en un derroche energía, ritmo y gaditanía y que se alargó hasta las claras del día.