Con el termómetro por encima de los treinta y cinco grados y a golpe de abanico, dio comienzo la décima edición de la Noche Blanca del Flamenco. Arcángel, Marina Heredia y Carmen Linares fueron los maestros de ceremonia de una inauguración que reunió a menos personas de lo habitual en la Plaza de las Tendillas para asistir al estreno de ‘Tempo de luz’.

La noche pintaba bien con un espectáculo que contó con una deslumbrante Patricia Guerrero al baile y el único deslucido de la voz rota de Carmen Linares, a la que no acompañaron las facultades vocales en su actuación.
Llegadas las once había que elegir entre acudir a San Basilio para ver a los Premios Nacionales de Córdoba, desplazarse a Villarrubia para asistir a ‘Mujeres al Cante’ o acudir a la cita con Las Migas en Parque Madre Coraje. Elegimos la última opción y, una vez superados los problemas técnicos que dilataron unos minutos el inicio del concierto, disfrutamos de uno de las mejores actuaciones de la noche. Musicalidad, arreglos cuidados, letras con alma y un directo muy fresco son las señas de identidad del último trabajo de Las Migas, un grupo que gana adeptos en parte gracias a la particular impronta musical que pudimos disfrutar sin el alboroto habitual de otros emplazamientos.

Y es que las elevadas temperaturas y los cambios introducidos en horarios y escenarios fueron dos factores clave que influyeron en una menor masificación de los conciertos y una mayor fluidez en las calles del centro. Todo ello derivó en que el público pudiera disfrutar de la mayor parte de los espectáculos sin los habituales empujones, el alboroto de la marabunta y la proliferación de botellones.
Otro de los escenarios donde se vivieron verdaderos momentos de jondura fue en el Entorno de La Calahorra. Allí actuaba otra artista que se estrenaba en la Noche Blanca del Flamenco, la bailaora Ana Morales. En un enclave con la incomparable panorámica de fondo del Puente Romano y la Mezquita, la artista hizo valer un estilo personal en el que se funde la vanguardia dancística con las escuelas más tradicionales del baile flamenco.

Casi a la par que Mario Díaz estrenaba el escenario de Bulevar Hernán Ruiz daba comienzo el primero de los dos homenajes de la noche, el dedicado a los guitarreros de Córdoba. Abrió el espectáculo el guitarrista Jesusito Gómez con un directo básicamente instrumental al que se fueron sumando a lo largo de la noche otros artistas como Juanma El Tomate, José Luis Antolí, Merengue de Córdoba, Desiré Calero ‘La Merenguita’, Concha Calero y así hasta más de cuarenta intérpretes que pasaron por las tablas del escenario ubicado en el Patio de los Naranjos.

Mientras el flamenco y la música popular marroquí se daban la mano en el Compás de San Francisco con la actuación de Simo Baazzaoui, el otro recuerdo, el dedicado a Camarón de la Isla en el 25 aniversario de su muerte, se cocía a golpe que quejío de Pedro El Granaíno en la Plaza de San Agustín. El cantaor abrió su actuación con una espectacular nana del genio de San Fernando que puso en pie a una plaza abarrotada. Y es que El Granaíno dejó algunos de los momentos más brillantes de la noche junto al saxo de Jorge Pardo y la guitarra de Patrocinio Hijo, que recordaron durante buena parte del espectáculo algunas de las melodías del eterno cantaor gaditano.

En la Plaza de La Corredera comenzamos a encarar la recta final de la noche con el espectáculo ‘Gitanerías’, que reunió en un mismo escenario a tres exponentes del cante gitano actual: Lole Montoya, El Calli y El Pele. El arte salvaje de El Pele -memorable en su cante por soleá- fue el principal resorte de una producción que abrió la cantaora sevillana con una puesta en escena en la que pareció ausente del escenario y un exceso de decibelios que se hizo especialmente patente en la actuación de El Calli.

Otro de los triunfadores de la noche fue el sevillano Manuel Lombo. Arropado por un público repleto de incondicionales, el de Triana coqueteó con maestría por un repertorio de coplas y cantes por derecho que hicieron las delicias de las cientos de personas que llenaron la Plaza del Potro.

Su concierto fue el preludio de lo que se vivió después en el Arco del Triunfo con Miguel Campello, que puso la plaza patas arriba con un fin de fiesta que terminó con todo el público entonando el tema de ‘De los malos’.