No hizo falta cantar el himno de Blas Infante ni izar banderas para levantar a un pueblo orgulloso de su tierra y lograr que grite entusiasmado ¡Viva Andalucía! El flamenco es capaz de resumir toda una filosofía de vida. Y el pasado jueves, en una gala extraordinaria de los Jueves de Cajasol con motivo de la efeméride, bastó un movimiento de brazos de Eva la Yerbabuena para decir paz y esperanza, para dar luz a los hombres y para volver a ser lo que fuimos.
La granaína bailó ante una sala abarrotada imprimiendo carácter a cada pose, a cada zapateado, a cada giro. Al fin y al cabo si su nombre se escribe en mayúsculas es porque Eva no se parece a nadie. Tiene personalidad y sabe como pocas levantar pasiones desde la sencillez y no desde el histrionismo.
Por eso, consciente de que ostenta entre los aficionados el título de la bailaora que mejor mueve los brazos, abrió el telón con una seguirilla donde hizo alarde de sus pies. Como si se sintiera más cómoda buscando lo difícil. Por tarantas, demostró su capacidad creativa y estuvo inspiradora, elegante, natural, señora. Y por soleá, con bata de cola, fue simplemente maravillosa.

La Yerbabuena es de las pocas que no le hace falta moverse para verla bailar. Le saca partido a cada gesto, construye coreografías cargadas de profundidad y lo hace sin resultar en ningún momento excesiva. Levanta el brazo y hace poesía.
Todo porque su gran virtud es de las más complicadas de conseguir. La de sentir el flamenco. Por eso, da la sensación única de improvisar con cada cante. Y solo así se baila como lo hace ella.
La acompañaron en la noche un entregadísimo trío de cantaores, Segundo Falcón, Enrique el Extremeño y Emilio Florido, el gran Paco Jarana a la guitarra y un cuerpo de baile, formado por Mercedes de Córdoba, Eduardo Guerrero y Moisés Navarro, que protagonizaron coreografías preciosas.
Eva se despidió al compás de cuplés por bulerías sintiendo cada estrofa, mirando de frente, recreándose, señalando con el dedo. Y, ya se sabe, cuando el sabio apunta al cielo sólo el tonto mira al dedo.