A la Peña Torre Zambra de Casabermeja le pesa su fama de apostar por un flamenco cabal, de calidad y ortodoxo. Este año coincidiendo con su XXV aniversario programaron una Olla Flamenca a la altura de la efeméride. Cabe resaltar un cambio de última hora, ya que el Funi no pudo asistir, pero fue suplido por otro artista de categoría, Pepe Torres, que junto con Perico ‘El Pañero’ fueron los encargados de empacharnos de arte en una noche redonda.
A pesar de competir en la noche del sábado con Farruquito en la Bienal, el Festival de Cartaojal o el Capullo de Jerez en Cártama, la XXVI Olla Flamenca de Casabermeja fue todo un éxito en asistencia. Traer a Perico Pañero y subirlo a un escenario es algo que no se da con frecuencia, por ello hubo presencia de artistas y aficionaos venidos de diferentes partes como Cádiz, Sevilla o Madrid, por poner algunos ejemplos, que no quisieron perder la oportunidad de ver la maestría del algecireño sobre el escenario.
Después de degustar la tradicional olla de era, todo estaba preparado para que empezara el derroche de flamencura. El primero en subir al escenario fue el bailaor Pepe Torre, que se está convirtiendo en uno de los valores más firmes en esta disciplina. Lo insólito fue verlo subir al escenario guitarra en mano dispuesto a transportarnos al mismísimo bar Casa Pepe donde su tío abuelo Diego hacía las delicias de sus amigos y allegados. Y lo consiguió. Cómo una forma de tocar, para algunos sencilla, puede encerrar tanto gusto y rebosar tanta verdad… Su soleá y su bulería impregnaron de cal el ambiente de Casabermeja.
Con Pepe venían al cante Davil El Galli y José Méndez y también la sonanta de Juan Campallo. Todos fueron protagonistas y hubo momentos para el cante, el baile y el toque. Fue Pepe Torre, sobrino del gran Joselero, el que dejó momentos dulces a pesar de que el sonido de las tablas no era el que cabía esperar para el taconeo. Su baile varonil, sentido, elegante y racial llegó a los aficionaos. Bien en las alegrías y bulerías gaditanas y sublime por soleá.
Después llegó el momento del cante, que encontró en Perico ‘El Pañero’ el mejor representante para llegar en cada copla y percutir en cada tercio al público. Antes de subir al escenario se mostraba nervioso por la falta de tablas en eventos de mayor envergadura y uso de amplificación. Y es que, debido a un problema de salud, su actividad se ha visto limitada a reuniones íntimas, pero por suerte cada día se encuentra mejor y pronto lo tendremos sonando en los mejores festivales.
Acompañado por la guitarra jerezana de Miguel Salado comenzó por soleá, estremeciendo con gusto, demostrando un conocimiento propio de un viejo, recreando estilos de Joaquín el de la Paula, la Andonda, Juaniquí o El Mellizo. Quizás faltó algo de ligereza pero no desmereció para nada. Siguió con el plato fuerte de la casa, la seguiriya. Pocos hoy en día, por no decir nadie, dotan a este cante de los matices expresivos y musicales que aporta Perico. En otros tiempos fueron Torre, Pavón, Mojama y más recientemente Terremoto o Tía Anica. Pero hoy es Perico el que toca techo cuando canta por seguiriya. Su cierre fue apoteósico, llegando a tonos altísimos y ligando el cante.
Siguió por tientos y tangos, donde también es sobrado maestro. De casta le viene al galgo, ya que su padre fue un excelente cantaor por tientos. Y finalizó su magnífica actuación por bulerías, demostrando dominio de los tiempos y velocidad vocal. A pesar de sus dos metros, baila con un gusto exquisito y al compás de su familia se marcó unas pataítas para regocijo del público, que lo despidió con una calurosa ovación.
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