Anoche en el Teatro Central Dani de Morón quiso revisar el repertorio de su primer álbum “Cambio de sentido”, acentuando su concepción radical del concierto de guitarra, ya que trastocó todas sus composiciones en un ejercicio de vitalidad que nos recuerda que hablamos de flamenco, es decir, de un arte furioso y ondulante, cosido al estado de ánimo de su intérprete.
Curiosa la pelea de este guitarrista con el instrumento. En la malagueña inicial (que forma parte de su siguiente trabajo) reconocimos la incisiva exigencia del tocaor para con la sonanta. Le clava las manos provocándole el máximo volumen, le busca los tonos más afilados cerca de la boca, le exprime los tiempos con una mano izquierda que escarba ligados de mantra.
Aún en sus piezas más serenas, la energía vibra de un modo patente. En la soleá Dani continúa la tortura, obliga a su compañera a que confiese las horas de estudio, los disgustos, invoca la presencia de los maestros. La derecha vuelve a buscarse el costado, allá donde se acumula el aire que el tocaor suelta en el último suspiro de una frase. El de Morón prefiere la abundancia, el viaje apabullante a la melodía serena y reconfortante.
En la bulería Barrio C hay mucha mala intención. La forma en que este treintañero ha cambiado el sentido de este palo queda aquí expuesta con las golferías de Los Mellis, Carlos Grilo y el jaleo inspirador de El Bo, únicos acompañantes del tocaor. Innumerables los distintos remates que utilizó Daniel, que en medio de la vorágine rítmica asentaba el compás en los aires de su pueblo, encogiendo las tripas, encalando su obra.
Música también en el orden del repertorio. Después de la sobreexposición de la bulería, un momento de introspección con la farruca de su próximo álbum, que al igual que la rondeña tiene algo de nana, de canción susurrada: una joya. Constatamos que además de en el sonido, el guitarrista ha profundizado en el régimen compositivo.
Llega el tramo final, y el artista comparte un toque por tangos de Granada dedicado a su compadre Miguel Ángel Cortés. Tiempos e intenciones añejas, con el sentío del cante del Sacromonte y la serranía de Grazalema. A continuación seguiriya con Arcángel, en la que se sumergieron en la febril y desesperada forma de los flamencos de principios del XX.
Continúa la erupción del magma moronero en las alegrías, en un compás traumático para los estudiantes presentes en la sala. La bulería final, El sentido del cambio, sirve de reescritura, de resumen y adelanto de lo que está por venir. Una bulería que viaja de adelante a atrás, de fuera hacia dentro, una bulería que cubre el espacio de este tocaor en todos los sentidos.
‘Cambio de sentido’. Teatro Central de Sevilla. Guitarra: Dani de Morón. Palmas: El Bo, Carlos Grilo, Los Mellis.