Los pecados de Eduardo Guerrero


El escenario del Teatro Central se convirtió anoche en un callejón de Cádiz. De esa Cádiz de bandoleros, soldados franceses, piconeras y romanticismo. Y todo el duende y las fiestas flamencas que tenían lugar en sus rincones oscuros, estuvieron en este último viernes de Bienal.

‘El callejón de los pecados’, estreno absoluto de Eduardo Guerrero, fue todo un acierto y un placer para los flamencos de butaca. Trajo para nuestro deleite un repertorio compuesto por caña, tangos, fandangos, seguiriya, alegrías y granaína, con la duración justa que debe tener un espectáculo de baile sin alargamientos ni pretender demostrar el dominio de todos los palos posibles; con representantes de ese cante jondo purista que a veces tanto se echa de menos, y guitarristas con muy poco afán de protagonismo pese a su brillantez (magníficos los acordes de Jesús Guerrero). Pero lo plausible del espectáculo no fue lo que se representó, sino cómo se representó.

Foto: Antonio Acedo.

Guerrero inició este ‘Callejón’ en vaqueros, con el torso desnudo, contorsionándose y pegándole patadas a una silla. Y a pesar de ello, fue clásico, pues baila como los gitanos antiguos y no permite que las ‘moderneces’ resten lo más mínimo al baile. Si taconea sobre los palos de una silla, también lo hace sobre el tablao de manera incesante, dominando el espacio. Si realiza contorsiones imposibles, también mueve los brazos y se contonea como algunos de los grandes maestros de los que ha bebido: Mario Maya, Manolo Marín, Antonio Canales, Chiqui de Jerez, Eva Yerbabuena, Aída Gómez o Javier Latorre, entre otros. Sin duda, se puede afirmar que el Premio Nacional de Baile de La Unión Desplante 2013 es uno de los bailaores más completos del momento. Vamos a tener Eduardo Guerrero para rato.

La caña la toreó, haciendo tanto de toro como de matador y robando los olés del tendido que pidieron orejas y rabo. Continuó con tangos y granaína, en los que Pepe de Pura derritió al público con su voz de caramelo, demostrando una vez más que no es tanto un poderoso torrente de voz lo que llega al espectador, sino el sentimiento con el que se canta, con el que canta este sevillano, a capella o con acompañamiento musical. Precisamente, fueron las granaínas y una maravillosa seguiriya las que erizaron la piel de todo el teatro. Con un prólogo de Enrique el Extremeño, escondido tras el bailaor, con esa voz ronca, vieja y eléctrica, comenzaron las seguiriyas mecidas por Pepe de Pura, y desgarradas por el torrente de Miguel Ángel Rosendo González (sustituto a última hora de Emilio Florido). Guerrero se recorrió el escenario con taconeos interminables, una fuerza y energía desmesuradas y sus inefables contorsiones. Marcó el compás, los silencios y hasta los aplausos, y se llevó él, y el precioso juego de las tres voces, la gran ovación del Central.

Terminó con alegrías de Cádiz, subido en la silla con la que empezó. Guerrero ya había cometido todos los pecados de ese callejón de fiestas flamencas, porque el verdadero pecado, es bailar como lo hace él.


‘El callejón de los pecados’. Teatro Central. Dirección: Eduardo Guerrero. Baile: Eduardo Guerrero. Música y guitarra: Jesús Guerrero, Miguel Pérez. Cante: Pepe de Pura, Miguel Ángel Rosendo González, Enrique el Extremeño. Percusión: Manuel Jesús Muñoz ‘Pájaro’.

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