Si en estos momentos hubiera que firmar un testamento que pretendiera conservar el legado patrimonial de la escuela de baile sevillano, no tenemos duda que debiera nombrar a Pastora Galván como su heredera universal. No sólo por su profundo conocimiento y amor hacia lo que esta forma de bailar entraña, sino porque nadie como ella es capaz de reproducirla con tanta exactitud.
Lo que la artista hizo en ‘Identidades’, el espectáculo con el que ha regresado a la Bienal de Flamenco tras su éxito con ‘Pastora’ hace ya cuatro años, es para haberla sacado a hombros del Teatro Maestranza. Y si no, piensen en quién es capaz de lidiar con los seis toros bravos a los que se enfrentó (Matilde Coral, Loli Flores, Eugenia de los Reyes, Carmen Ledesma y Manuela Carrasco) y salir triunfante y sin rasguños.
Pastora, que de por sí alegra la vida con su baile, ha hecho aquí un enorme ejercicio de humildad para homenajear a sus maestras, incluso aunque esto supusiera desprenderse de su propia personalidad. No recuerdo quién decía que imitar es la forma más sincera de elogiar.
Es decir, consiguió que de alguna forma todas compartiesen esa noche el escenario. Y, además, permitió que, por un lado, los que han tenido la oportunidad de verlas a todas pudieran recordarlas por sus detalles únicos y, por otro, los más jóvenes que las conocen de oídas tuvieran la oportunidad de sentir que las estaban disfrutando en carne y hueso.
Esto fue posible gracias a un espectáculo del que se desprendía un profundo trabajo de investigación y una cuidada dirección escénica, pasado por el filtro de la naturalidad, la intuición y la soltura que desprende esta bailaora. Así, desde el principió se invitó al público a jugar con la idea de que estaba compartiendo con ella los camerinos para que luego, cada vez que se cambiaba el vestido, viéramos a la bailaora que en ese momento representaba.
De esta forma, vimos esas manos como palomas en las alegrías de Matilde Coral que meció a golpe de bata de cola y mantón blanco, trayéndose consigo a todo el Parque de María Luisa. Nos impresionó sobremanera cómo se encorvó y empequeñeció el cuerpo para hacer sonar los palillos como sólo lo hace ya Loli Flores. O cómo ocupó toda la escena para recrear por taranto la feminidad que desprende Milagros Menjíbar en brazos y caderas.
También nos deleitó con la estampa con que honró a su madre -y a su padre- en la caña haciendo alarde de fuerza, academicismo y gracia natural. O con las paradas salvajes y las poses chulescas con que rindió tributo a Carmen Ledesma en unos romances que interpretó descalza. Y cómo no con la soleá de Manuela Carrasco -quizás lo más temido- donde Pastora reprodujo a la diosa en los desplantes, en los zapateaos y hasta en la planta.
Entre medias, la locura con Farruco recordando las soleares de su abuelo con bastón y sombrero, con el cante profundo de Tía Juana la del Pipa. Desde luego, un momento mágico que desató la euforia colectiva porque el bailaor puso sobre las tablas el ADN de una casta que Sevilla adora. Una forma de pararse y templar, un baile salvaje y racial que sale de las vísceras, una masculinidad sobrecogedora…
Y como broche, tangos y bulerías ‘A Dos’ donde ambos dejaron también parte de la huella del director de la propuesta, Antonio Canales, y dejaron además salir sus formas propias. Aquí Pastora fue entonces más galvánica aunque se estuviera acordando de todas las viejas de Triana. Nos encanta ese despliegue suyo de caderas y de sexualidad. Ese baile pélvico que ella maneja tan bien y su capacidad para haber filtrado todo lo que tiene aprendido en una forma única que invita siempre al entusiasmo.
Cierto es que nos gusta aún más ella cuando hace de ella pero re-encarnarse en estas figuras del baile como lo ha hecho Pastora y hacerlo con ellas presentes es para quitarse el sombrero. O mejor, para gritarle una frase muy sevillana que por decoro no queremos reproducir pero que resumiría el agradecimiento a su valentía. Ole tu…
‘&dentidades’. Teatro de La Maestranza. Baile: Pastora Galván. Cante: Galli de Morón y Cristian Guerrero. Toque: Ramón Amador y Pedro Sánchez. Interpretación y baile: María del Mar Montero. Artistas invitados: Juana la del Pipa y Farru. Coreografía: Pastora Galván. Coreografía soleá: Farru. Dirección: Antonio Canales.
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