El cantaor Antonio Fernández Díaz, conocido universalmente como Fosforito, ha fallecido a los 93 años, tal y como ha informado Cordopolis. Con su desaparición se extingue una de las voces más sabias, puras y completas del flamenco moderno.
Maestro de maestros, Fosforito fue la memoria viva del arte jondo: un artista que, desde la modestia y el talento, marcó el rumbo del cante durante más de medio siglo. Último poseedor de la Llave de Oro del Cante, distinción que solo cinco figuras han recibido en más de 150 años, deja tras de sí un legado inmenso, una verdadera enciclopedia sonora del flamenco.
Raíces y formación autodidacta
Antonio Fernández Díaz nació en Puente Genil (Córdoba) el 3 de agosto de 1932, en el seno de una familia profundamente aficionada al flamenco. Autodidacta y observador, aprendió los cantes en tabernas, ferias y colmaos de su comarca, empapándose de los estilos más antiguos y sobrios.
Durante los años de la posguerra, cuando la llamada Ópera Flamenca imponía formas más ligeras y comerciales, Fosforito se mantuvo fiel a la raíz jonda, defendiendo los cantes grandes —seguiriyas, soleares o tonás— con una hondura y sobriedad que pronto serían su sello personal.
El triunfo en Córdoba y la consagración
Su gran salto llegó en 1956, cuando, con tan solo 23 años, arrasó en el I Concurso Nacional de Cante Jondo de Córdoba, obteniendo todos los premios y el galardón de honor del jurado. Aquel joven payo, de voz grave y temple sereno, devolvió el flamenco a sus esencias, conquistando a público y crítica.
A partir de entonces, su carrera fue imparable. Grabó más de veinticinco discos, muchos considerados auténticas antologías, y colaboró con guitarristas de leyenda como Paco de Lucía, Enrique de Melchor, Juan Habichuela, Paco Cepero o Pepe Habichuela. Su trabajo junto a Paco de Lucía en la Antología del Cante Flamenco marcó un antes y un después en la historia discográfica del género.

Un artista total
Fosforito no solo destacó como intérprete. También fue letrista y compositor, y algunos de sus versos fueron cantados por Camarón de la Isla o incluso por Los Planetas décadas después. Su conocimiento del cante era tan profundo que el crítico José Manuel Gamboa llegó a definir su obra como “una escuela en sí misma”.
Reconocimientos y legado
A lo largo de su vida recibió los más altos honores: el Premio Ondas (1988), el Premio Pastora Pavón “Niña de los Peines” (1999), la Medalla de Oro de Andalucía, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2007) y, sobre todo, la V Llave de Oro del Cante (2005). Con humor y sabiduría, decía de aquel galardón: “Me dieron la llave del cante para que cerrara la puerta”, consciente de su papel como guardián de una tradición que se apagaba lentamente.
El adiós a una leyenda
Con su muerte se marcha no solo un cantaor irrepetible, sino también una manera de entender el flamenco desde la pureza, la disciplina y la emoción. Fosforito fue un sabio del compás, un hombre que vivió por y para el cante. “Yo solo soy un viejo cantaor”, solía decir. Pero para el flamenco, será siempre mucho más: el último gran custodio de su verdad.
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