Siempre resulta un aliciente asistir a un espectáculo de Eva Yerbabuena, aunque eso signifique asumir que uno no vaya a ver flamenco en el sentido estricto del término. Hacía algo más de tres años que la bailaora granadina no se dejaba ver en Córdoba. La última vez fue en el Festival de la Guitarra 2013, donde presentó ‘¨Federico según Lorca’. Anoche, dentro de la programación de espectáculos del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, Eva Yerbabuena y su compañía presentaron ‘Apariencias’ en el Gran Teatro, una obra en la que, según sus propias palabras, pretende “descontextualizar la apariencia de lo que consideramos flamenco”. Ahí queda eso…
Golpes de batería marcan el ritmo a los movimientos mecánicos que interpretan los bailarines, sonidos estridentes dan paso a una canción en una extraña lengua del este, pasos de danza contemporánea, otra vez sonidos estridentes… Suena la guitarra de Paco Jarana y salen a escena Alfredo Tejada y José Valencia. ¿Cante por malagueñas? Sí, pero con una base rítmica acompañada por una especie de mantra que suena de fondo y guía los robóticos movimientos de todo el cuerpo de baile. Eva aparece en el escenario. Ahora, con matón y bailando por peteneras. Su maestría es innegable y su técnica exquisita, aunque uno no alcance bien a entender de qué va el tema.
Bailarines enmascarados entran en escena. “¿Mi voz es la que oigo yo o es la voz que oyen todos los que nunca serán yo?”, se pregunta una voz en off. La metafísica flamenca va en aumento mientras se suceden las escenas en las que se alternan coreografías flamencas con otras que nada tienen que ver con el género jondo. En el fondo, la imagen de un esqueleto preside el escenario. Yerbabuena en estado puro…
Eva Yerbabuena baila como pocas y sus creaciones no dejan indiferente a nadie. La transgresión y la originalidad son dos de sus dones, aunque eso la pierda con frecuencia en profundas abstracciones conceptuales y filosóficas en las que el flamenco queda relegado a un papel secundario. Porque, baile, lo que se dice baile flamenco, vimos bien poco. Solamente al final, como si fuera un regalo caído del cielo, la granadina nos mostró por soleá por qué tiene reservado un lugar privilegiado en el olimpo del baile flamenco. Solamente así pudimos elevarnos al cielo y saciarnos con el maná de su baile y las voces de esos dos gigantes del cante que son Alfredo Tejada y José Valencia.