Hace veinte años que Camarón murió y, en este tiempo, José Fernández Torres ‘Tomatito’ ha tenido tiempo para rellenar una extensa biografía plagada de éxitos y convertirse en un guitarrista imprescindible para entender el flamenco de nuestro siglo, reconocido internacionalmente por la expresividad de su toque y el magnetismo de sus acordes.
Pese a ello, a día de hoy, sigue siendo imposible escucharle y no mencionar al genio con el que compartió 18 años sobre los escenarios. Claro que no porque al almeriense le falte entidad propia. Sino, más bien, porque lo recuerda mejor que nadie. Porque lo mantiene vivo. Porque es capaz de resucitarlo en cada uno de sus conciertos. Tal y como lo hizo el pasado martes en el Teatro Maestranza de Sevilla.
El almeriense se rodeó de las voces de Simón Román, Pedro El Granaíno, Kiki Cortiñas y Morenito de íllora (Camarón en todas sus versiones) para volver a homenajear al de la Isla. Y se acompañó también de la guitarra de Cristóbal Santiago, el percusionista Lucky Losada –que arrancó aplausos con su toque de cajón- y la joven bailaora Paloma Fantova, que sorprendió al patio de butacas con su genio por alegrías y soleares, para defender su escuela, la de su maestro Paco de Lucía. En su toque y en su concepto de espectáculo.
Así, Tomatito abrió el telón con unas personales y preciosas tarantas y fue llevando a cabo un repertorio en el que destacaron las alegrías, los tangos, las soleares y unas bulerías interrumpidas por la ovación del patio de butacas. En este recorrido, en el que también hubo espacio para baladas y piezas más vanguardistas, Tomatito fue recreando una atmósfera en la que dejó patente su mayor virtud: su capacidad para transmitir emociones, de la pasión a la melancolía. Al fin y al cabo, sus manos, tan sobradas de compás, suenan de una forma tan natural que invitan a disfrutar de lo más sencillo: el flamenco.