Texto y fotos: Antonio Higuera.
Recuerdo cuando vi por primera vez a Niño de Pura. Fue una de esas antológicas nochebuenas flamencas de Canal Sur. Salió tocando por bulerías como una exhalación y me quedé helado con la boca abierta al escuchar sus picados. Nunca había visto un alarde de virtuosismo igual en un guitarrista. Ni siquiera al mismísimo Paco de Lucía lo recordaba picar así. Para mí, que en aquel momento estaba dando mis primeros pasos con la guitarra flamenca, su toque me pareció sobrenatural. Y esa misma noche pasó a ser uno más en esa larga lista de ídolos que tenemos todos los que en un momento u otro nos ha dado por tocar la guitarra.
El viernes pasado volví a encontrarme con Niño de Pura en el Festival de la Guitarra de Córdoba. Han pasado más de veinte años desde que lo vi aquella nochebuena siendo un niño. Yo sigo aprendiendo a tocar la guitarra y él sigue siendo un virtuoso de la sonanta. Lo volvió a demostrar en la presentación de su espectáculo ‘Mi tiempo’, en el que dio un repaso a algunos de los temas de su dilatada carrera como guitarrista, que abarca la faceta de solista y de acompañamiento al cante y al baile.
Rompió el hielo con la sobriedad de una taranta y presentó al resto de su grupo a compás de alegrías. Arropado con la segunda guitarra de su discípulo, Carmelo Picón, el cante de su hija Pura Navarro y Churumbaque Hijo y el baile del cordobés Keko, fue dando forma a un repertorio en el que escuchamos bulerías, fandangos de Huelva, una bonita farruca con el baile de Keko y una rumba que sirvió de bis y especial lucimiento de los arpegios y picados de vértigo con los que el guitarrista sevillano arma sus composiciones.
Daniel Navarro, el Niño de Pura, se ha convertido en uno de los grandes nombres de la guitarra flamenca por méritos propios. Giraldillo al Toque en la Bienal de Flamenco de Sevilla, Bordón Minero en La Unión, Premio Nacional de la Cátedra de Flamencología de Jerez… El sevillano cuenta con prácticamente todos los grandes reconocimientos guitarrísticos y, además, es profesor de acompañamiento al cante y al baile en el Conservatorio Superior de Música de Córdoba. Por si fuera poco, su técnica es exquisita y eso lo atestigua el simple hecho de ser uno de los profesores habituales en el apartado formativo del Festival de la Guitarra.
“Estar aquí es como torear en Las Ventas o La Maestranza”, dijo agradecido en una de sus intervenciones. Y siguiendo el símil taurino, bien podemos decir que, pese a sus excepcionales condiciones, a Niño Pura le faltó en su toque la templanza y el sosiego necesarios para salir por la puerta grande. En su recital se echó en falta sentimiento y sobraron picados a la velocidad de la luz. Y es que esto es lo que suele pasar en la música cuando el virtuosismo es mal entendido y se convierte en un fin en sí mismo en lugar de un medio para transmitir emociones.