Parece obvio que lo de incluir a los “Rubios” en el ciclo ‘Familias cantaoras de Málaga’ de la III Bienal de Arte Flamenco de Málaga ha sido una buena excusa para poder disfrutar de su arte, ya que Antonio nació en La Línea y tuvo a la mayoría de sus hijos en Madrid, donde vivió gran parte de su vida. Su etapa como profesional fue muy escasa, pero dejó para la posteridad uno de los fandangos más bellos del acervo flamenco, de una personalidad fortísima y de una jondura comparable a la seguiriya más cabal.
Esta personalidad tan marcada, está presente en toda su descendencia. Cuando uno escucha esos sonidos, esa forma de sostener los tercios tan particular en cualquier cante, sabe sin duda que se trata de los Rubios. Estas formas tan propias pronto llamaron la atención de un joven Camarón, que hizo suyo el fandango de Antonio. En palabras de Ricardo Pachón, esta familia, con Antonio y Joaquín ‘El Canastero’ a la cabeza, es la que más ha influenciado el cante del genio de la Isla.
El espectáculo se dividió en dos partes. En la primera de ellas cada uno de los familiares interpretó un par de cantes. Camarón de Pitita arrancó con una taranta que sirvió para abrir boca. Antonio ‘El Ingueta’, nieto del Rubio, fue el primero de los cantaores en pisar las tablas. Salió por seguiriyas, donde estuvo muy discreto, no consiguió sacarla adelante. En los tientos y tangos mejoró algo, pero se equivocó al ligar ambos cantes.
Era el turno de Luis ‘El Rubio’, hijo del patriarca, afincado en Alhaurín y probablemente el menos profesional de todos. Con ciertas limitaciones le ganó la batalla a la malagueña del Mellizo, para terminar hiriéndonos con unas soleares muy bien dichas, de lo mejorcito de la noche.
La representación femenina de los Carmona corrió a cargo de La Chari, cuyas cualidades vocales no eran las mejores, pero fue de largo la que más transmitió. Interpretó tarantas, bulerías por soleá y alegrías. Miguel ‘El Rubio’ fue el encargado de cerrar esta primera parte. Él es probablemente el único profesional entre los hijos de Antonio, y se notó a la hora de realizar esas bulerías por soleá y esas bulerías con el sello propio de su estirpe, aunque no transmitió como Chari o Luis.
La segunda parte también la abrió la sonanta, esta vez por bulería. Sin salirse del compás iniciado por Camarón de Pitita, fueron desgranando cantes todos los artistas. Aquí ya se encontraban como en casa. El Ingueta dejó claro que en los cantes por fiesta es donde brilla. La Charo volvió a emocionar con esa voz dulce a ratos y rota a veces.
Para cerrar esta parte, la especialidad de la casa: los fandangos. Si la personalidad cantaora de Antonio está presente en todos los cantes, en los fandangos alcanza su apogeo máximo. En esta ocasión Luis estuvo espectacular y con su eco rancio consiguió aportarle la dulzura necesaria a los fandangos familiares. Ingueta también logró arrancar los oles del público.
Sin duda el momento más emotivo de la noche llegó cuando Tio Antonio ‘El Rubio’ hizo acto de presencia en el escenario. Acompañado de su nieto El Ingueta a la guitarra, mató a todos con una serie de fandangos de una carga emocional desmedida. El cénit de una noche donde cualquier excusa era buena para ver al Rubio.
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