La noche del viernes, dentro de los espectáculos de la III Bienal de Arte Flamenco de Málaga, tuvo lugar un auténtico duelo entre colosos del cante jondo que se saldó con un solo triunfador: la escasa afición que acudió al Auditorio Edgar Neville. El evento se enmarcaba en el ciclo que pretende rendir homenaje a la figura del maestro Antonio Mairena. Y los encargados de poner su arte al servicio de dicho homenaje fueron Cancanilla y Antonio Reyes.
AUDIO: Antonio Reyes por tarantos.
Ambos estuvieron acompañados por las sonantas de Chaparro y Antonio Higuero y las palmas de Diego Montoya y Tate Núñez. Puede que hasta la fecha se trate del mejor espectáculo que ha ofrecido esta bienal. Y es que con artistas de esta talla las expectativas se quedan cortas. Cuando uno ya ha visto a un cantaor innumerables veces, piensa que ya no le puede sorprender, pero lo de Antonio y Sebastián en la noche del viernes fue una gratísima sorpresa. Cantaores, tocaores y palmeros estuvieron formidables, rozando la excelencia.
El recital consistió en reunir a todos los artistas sobre el escenario e ir desgranando cantes alternativamente, lo que se convirtió en un gran mano a mano donde Cancanilla puso raza, salvajismo y fuerza; Antonio dulzura, misterio y perfección; y ambos jondura, pujanza y cante gitano.
Sebastián, acompañado por un inspiradísimo Chaparro, sobresalió prácticamente en todos los cantes que abordó. Lo que más le costó sacar adelante fueron las malagueñas de Chacón y El Mellizo, pero las peleó para salir airoso. Estuvo incisivo en las bulerías por soleá, donde demostró su casta gitana dejando alguno de los mejores instantes de la noche. Y recordó al homenajeado Mairena especialmente por liviana, serrana y en las seguiriyas, donde recreó las formas de Manuel Torre, Tomás el Nitri, Paco La Luz, Francisco La Perla y el cierre del Fillo.
Soberbio estuvo Cancanilla por este último cante, en esta ocasión lo tuvo especialmente fácil, porque Chaparro estuvo inconmensurable, transmitiendo toda la esencia del oscuro y áspero toque por seguiriyas. Probablemente junto con el cante de Antonio Reyes por soleá, este toque de Chaparro fue el cenit del recital.
Si Cancanilla anduvo rozando la excelencia, Antonio Reyes la alcanzó por momentos, dejando instantes de exquisito sabor y duende. Su prodigioso dominio vocal, su conocimiento y su buen gusto logran que las soleares de Enrique el Mellizo, Joaquín el de La Paula o Frijones suenen diferentes, personales, interpretadas a la forma del chiclanero. Y es que Antonio detiene el tiempo por solea, juega como un niño con las manijas del reloj para mecerte como a un bebe de cuna o quebrarte con un tercio. Antonio hace de este cante una montaña rusa de emociones, con unas subidas y bajadas melódicas espectaculares, eso sí, facilitadas por un acompañante de lujo como Antonio Higuero.
Dejó el gaditano grandes momentos en otros cantes como la farruca, las bulerías, los tientos y tangos o los romances; pero fue por tarantos donde volvió a estar sublime, pellizcando con fuerza y removiendo entrañas.
El colofón a tan flamenca velada lo puso el fin de fiesta por bulerías, en las que tanto Antonio como Cancanilla cantaron a viva voz. Sebastián se pegó sus pataítas e intentó que el chiclanero hiciera lo mismo, pero está claro que lo suyo es cantar, cantar por derecho. Sin duda los grandes triunfadores de la noche fueron los escasos cabales que tuvieron la suerte de disfrutar de una gran velada.
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