El cantaor Antonio Perea en Roma, junto a Rafael Trenas, Fátima Franco y José Farina.

Antonio Perea, descanse en paz


Todos nosotros, el que más o el que menos, tenemos algo que recordar de él. Y, sin apurar, mucho que agradecerle también

 

Ayer nos dejó un amigo y compañero, Antonio Perea. Cantaor de profesión, aunque más por devoción, acompañó a prácticamente todas las academias de Córdoba, así como a todas las bailaoras que se subieran a los escenarios – aunque suene con sorna en el siglo pasado -. Entre ellas, a Rocío Barranco, la Chua, Marivi Palacios y a mí misma entre muchas otras.

Todos nosotros, el que más o el que menos, tenemos algo que recordar de él. Y sin apurar, mucho que agradecerle también. Hoy una peña de la capital lleva su nombre y su sobrina Silvia continúa llevando su apellido por los escenarios.

Era un cantaor de voz ronca, de la antigua escuela, que conjugaba su cante cigarro en mano con una amplia y dilatada experiencia, llena de vivencias. Valiente a la hora de trabajar, no le importaba si tenía que hacer un doblete o triplete (algo acostumbrado en la época), él no le podía fallar a nadie. No le preocupaba tener que empezar a la una de mediodía en la feria y hacer cinco academias y, después de nueve horas trabajando, salir para irse a un festival.

Aún recuerdo esas actuaciones en el rastrillo de ADEVIDA (en el paseo de la Victoria), los numerosos festivales en toda la geografía española o los viajes al extranjero, donde a pesar de que si le preguntabas “¿Sabes francés?” y él te contestaba “Yes”, se atrevía incluso a mantener conversaciones con su habla entrecortada con cualquier persona.

De todo sacaba la parte amable y la broma, terminando siempre con esa carcajada, seguida de una tos y la cara tan colorada, que te hacía pensar que le iba a dar algo.

De él solo puedo recordar cosas buenas, porque incluso en los momentos delicados, te hacía sonreír y eras incapaz de enfadarte con él.

Recuerdo en un rastrillo de ADEVIDA en Madrid… (no puedo evitar sonreírme, a pesar de que en el momento me quedé sin palabras) Íbamos Paco de Dios, él y yo y, en mitad de la actuación, bailando por tangos, se quedó en blanco, se quedó sin letras. Yo me quería morir, pero el salvó la situación, y ¡¡¡de qué manera!!!  Después de 4 ó 5 compases y alguna farseta en los que la inspiración seguía sin aparecer, ni corto ni perezoso le colocó su micrófono a Paco, que no tuvo otra opción que acabar cantando y tocando a la vez hasta que Perea se vio preparado de nuevo para cantar. Al ver su solución y la cara que me ponía, no pude evitar reírme… ERA ESPECIAL.

Por todo ello, por lo que lo conocí, por ser como era, sé que ahora estará ahí arriba, donde van a parar los buenos, donde lleva poco más de dos años Juan Carlos `’El Sobrino’, donde estarán formando una juerga flamenca…

 


Por Fátima Franco

Fátima Franco, bailaora de flamenco de CórdobaBailaora cordobesa miembro del Consejo Internacional de la Danza de la UNESCO y autora del libro “La indumentaria en el baile flamenco. Un recorrido histórico», galardonado con el Premio Internacional de investigación etnográfica del flamenco “Juan de la Plata” de la Cátedra de Flamencología de Jerez de la Frontera.

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