bulerias

BULLERÍAS, CHUFLAS O CHUFLILLAS

Lleva su nombre uno de los festivales más antiguos. Su ritmo, el repique característico de las palmas, el rasgueo propio, los jaleos…, todo desvela al más neófito que está escuchando bulerías. Y más si son de origen, donde las palmas tienen una cadencia especial y catártica, marcando los acentos con especial sutileza. Para Aurelio Sellé, las bulerías constituyen el comienzo de la fiesta, ambientándola y predisponiendo al auditorio para que escuche después el cante serio.

Acerca de la etimología de la palabra bulería existen multitud de tesis. Para Manuel Ríos Ruiz bulería quiere expresar “bullería”, al considerarlo un cante bullicioso por su ritmo ligero y redoblado compás. Según Ricardo Molina, la relación de la palabra bulería con “bolería”, que proviene de “bolero”, y podría haber designado a cualquier cante para bailar. Pero frente a estas opiniones, encontramos que la opinión más generalizada defiende el criterio de que bulería viene de “burlería”, por suponerlo un cante de burla (En este sentido se han manifestado Rodríguez Marín, Blas Vega y otros conocidos estudiosos del flamenco).

Anselmo González Climent, calificó a las bulerías como “piedra de toque de los flamencos”, llegando a decir de este estilo que “quizá sea el único cante que necesita para su entera comprensión un tránsito completo a lo largo del resto del repertorio flamenco”. La opinión entre los especialistas es la de reconocer el enorme mérito y la dificultad de este cante.

Cuando hablamos del origen de este cante, la opinión es casi unánime, las bulerías nacieron de las soleares o, más exactamente, del estribillo con el que solía rematarse la soleá y, más concretamente, al remate con el que terminaba el cantaor jerezano “Loco Mateo”. Por este y otros datos similares, se reconoce a Jerez como la cuna de las bulerías y, más concretamente según Blas Vega, la calle Nueva y la Cantarería en el Barrio de Santiago, en donde el espíritu jerezano influye en que los tercios se alaguen o recorten.

Aún así, podemos establecer que la división geográfica de las bulerías comprende tres zonas: Jerez, Cádiz y Triana. Señalaremos que en Cádiz la bulería, “se acantiña”, es decir, los tercios se recortan y se precipita el compás. Según Fernando Quiñones, la bulería de Cádiz tiene un cierto deje indiano y lo atribuye al espíritu y la estética musical de la Tacita de Plata. En Triana y algunos pueblos de la provincia de Sevilla (Lebrija, Utrera, Morón…), al igual que ocurre con otros cantes, la bulería ofrece el sello especial en cada uno de esos lugares; por ejemplo en Morón de la Frontera el acompañamiento de las bulerías nos remite a la jota, con sus acentos y dejando el primer tiempo en silencio, dejando cierta libertad a la guitarra en los cierres.
Se han venido distinguiendo también dos tipos de bulerías según su acento melódico: Las bulerías al golpe, o para cantar, que son de ritmo más lento y marcado; y las bulerías ligadas, o para bailar, que suelen ser más trepidantes.

Unos artistas, conocidos por Los Fabianos, llevaron a la capital de Francia, en 1859, el baile del jaleo de Jerez. Era tanto el auge del jaleo y el de la bulería, que en 1917 se celebra un gran festival en el Liceo de Barcelona, a beneficio de los heridos de la primera guerra europea, actuando juntas la bailarina regional Nati la Bilbainita y la tonadillera Raquel Meller, dándose el caso de que esta última incluso se atrevió a bailar unas bulerías que hicieron furor en el teatro. La bulería fue dándose a conocer en teatros y cafés cantantes, hasta dejar de ser consideradas como un baile de chufla, o chuflillas, sino como una forma de bailar bastante difícil y de grandeza única, que todos los demás flamencos querían aprender. Entre tanto se realiza la que parece ser la primera grabación discográfica de este estilo que fue aproximadamente en el año 1910,  «Bulerías Jerezanas»,  que las grabó el trianero Pepe el de la Matrona.

Para Manuel Fernández Molina Parrilla de Jerez, uno de los grandes de la guitarra flamenca de nuestro tiempo, el toque más dificultoso no era el de las seguiriyas, como muchos creían, sino las bulerías. Y de estas entendía, ya que solía acompañar a la figura más destacada de los últimos tiempos en este palo, La Paquera de Jerez.

Dada su flexibilidad, su repertorio puede ser inagotable. Es capaz de absorber y reinterpretar lo que se le ponga por delante, todo entra por bulerías, lo importante es saber meter por bulerías, por ejemplo, a Beethoven si hace falta; eso sí, con el aire e intención flamenca adecuados. Quizás por ese motivo ha sido subestimada, considerándola un cante casi residual o de remate. Pero es muy difícil encontrar un flamenco por derecho interpretando bien la bulería. ¿Cuántos artistas de primera fila, o incluso premios nacionales, se van de compás al cantar por bulerías? o, ¿cuántos bailaores se dedican a interpretarlas sin darles la cadencia y espacio necesario a las letras, olvidándose de la esencia fundamental de esta?

Para poder representar esta disciplina tan complicada como es el flamenco, hay que estudiarlo, y realizarlo en consonancia a su estilo y forma; sin olvidarse de que no todo se hace igual y que cada cosa tiene su momento. Desde aquí animo al publico a que si esto ocurriera, no vuelva al pensamiento de la bulería como chufla, o palo facilón, sino que esta consideración se la den al artista que no lo interpreta con la categoría que se merece, alcanzando el referido a lo sumo, la categoría de artista de chuflilla

 


Por Fátima Franco

Fátima Franco, bailaora de flamenco de CórdobaBailaora cordobesa miembro del Consejo Internacional de la Danza de la UNESCO y autora del libro “La indumentaria en el baile flamenco. Un recorrido histórico», galardonado con el Premio Internacional de investigación etnográfica del flamenco “Juan de la Plata” de la Cátedra de Flamencología de Jerez de la Frontera.

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