Cuando uno lleva cerca de 20 años escuchando y leyendo las mismas historias románticas y fantasiosas con relación a los orígenes del arte flamenco, es indescriptible la liberadora sensación percibida tras un rato de charla con el investigador y crítico de flamenco Manuel Bohórquez Casado.
El pasado sábado 1 de febrero, en la sede de la Asociación “Amigos de la Música”, algo más de veinte buenos aficionados de Puente Genil, en una jornada organizada por la Asociación “Puente Genil con el Flamenco” y la Peña Frasquito en colaboración con el Ilustre Ayuntamiento y la Asociación “Amigos de la Música”, disfrutamos de su generosa compañía, dándonos cuenta de que, por fin, una nueva investigación en el arte flamenco es posible y necesaria. Una investigación científica y honesta que lo único que pretende es mostrar los hechos tal y como ocurrieron. Se derribarán leyendas, absurdos mitos, saliendo a la luz las vergüenzas y miserias de algunos; personas como Manuel recibirán una oleada de sinrazón de aquellos que prefieren continuar instalados en su cómoda y provechosa ignorancia, mas la verdad, poco a poco, irá asomándose por el horizonte de un cielo flamenco configurado a base de mentiras, intereses personales y, también, cómo no, solitarias buenas intenciones.
El curso-titulado “Los Pioneros del Flamenco en los Censos del Siglo XIX versó sobre la investigación que Manuel lleva toda su vida cometiendo, con objeto de aportar datos biográficos fehacientes de los grandes creadores del cante en el siglo XIX. Algunos os preguntaréis por la utilidad del conocimiento de los mismos…, muy sencillo, y os propongo el preclaro ejemplo del legendario “Planeta”. De este cantaor, considerado como la primera gran figura del cante flamenco, Manuel hace unos años publicó un exhaustivo estudio en el que demostraba una serie de datos que contradecían la información que sobre el mismo siempre nos había proporcionado la flamencología tradicional. Ésta argumentaba, apoyándose únicamente en la tradición oral, que era de Triana y uno de los máximos responsables de la vital importancia de dicho barrio sevillano en la gestación del flamenco. Pues bien, Manuel sorprendió a propios y extraños demostrando, con datos científicos, que ni era de Triana, ni probablemente vivió allí nunca; nació en Cádiz y murió en la “tan denostada” Málaga tras mas de veinte años siendo vecino de allí.
Imagino que ambas noticias caerían como una bomba para los fieles guardianes de las esencias flamencas del sevillano barrio trianero….Con estos datos, estimados amigos, a vote pronto podemos deducir sugerentes conclusiones: un legendario cantaor más que no es de Triana-por cierto, nos adelantó Manuel que Frasco “el Colorao” tampoco-; si fue tan gran cantaor, es normal que influyera en el cante malagueño-en el flamenco veinte años es un mundo-o recibiera influencia del mismo; y puesto que no se conoce rastro o escuela de su cante ni en su Cádiz natal ni en Málaga, cabría cuestionarnos si, como piensa el propio Manuel, en realidad fue tan buen cantaor como siempre nos han vendido. Ahí lo dejo…
Pues bien, queridos lectores, como con este “supuesto” gran cantaor, son centenares los investigados por Manuel con desenlaces que, a largo plazo, desmontarán ese maremágnum de leyendas y fantasías en torno al nacimiento y gestación del arte flamenco. Manuel, junto a otros investigadores de la talla de Faustino Núñez, Guillermo Castro, Antonio Barberán o Gregorio Valderrama, está desarrollando un trabajo impagable que, insisto, sacará al flamenco del túnel romántico del siglo de su nacimiento: el siglo XIX. La pena, algo bochornoso y denunciable moralmente, es que a nivel institucional toda esta nueva flamencología está siendo rechazada por las elites culturales y flamencológicas de nuestro país; parece como si algunos, en defensa de intereses inconfesables, tuviesen miedo a la “incómoda” verdad….
Tras la fructífera charla de Manuel, mientras degustábamos un riquísimo potaje ofrecido por nuestros amigos Loren y Carolina, disfrutamos del cante del cantaor cordobés “Toto Hijo”. Un cantaor que, a pesar de su insultante juventud-diecisiete primaveras le alumbran-, es fiel depositario del cante de siempre, de ese cante desnudo y sin estridencias que llega directamente al corazón del aficionado. En definitiva, inolvidable la jornada flamenca vivida en Puente Genil.