José Mercé, en la Plaza de la Corredera. Foto: Miguel Valverde. - Noche Blanca del Flamenco 2018
José Mercé, en la Plaza de la Corredera. Foto: Miguel Valverde.

Noche de flamenco sinfónico y raverdiales

Después de que a alguien se le ocurriera la original idea de sacar el flamenco a las calles y plazas, de reivindicarse cada año como uno de los eventos culturales más multitudinarios de nuestro país y de haberse convertido desde entonces en una de las señas de identidad de la marca Córdoba, la Noche Blanca del Flamenco afronta cada nueva edición con el difícil reto de mantener el multitudinario respaldo del público sin que la propuesta pierda originalidad.

Evitar el desgaste y reinventarse año tras año se ha convertido así en un desafío constante para el área de Cultura del Ayuntamiento, que este año hacía frente a su particular reto apostando nuevamente por el eclecticismo, con un cartel pensado para todos los gustos y repleto de nuevos nombres desconocidos para el gran público.

Uno de esos artistas era guitarrista Daniel Casares, que el pasado sábado fue el encargado de abrir la undécima edición de la Noche Blanca del Flamenco en la Plaza de las Tendillas junto a la Orquesta de Córdoba. El malagueño, un niño prodigio de la guitarra flamenca, arrancó su actuación interpretando el Concierto de Aranjuez bajo la batuta de Lorenzo Ramos en una plaza atestada de público que permaneció inusualmente silenciosa mientras las melodías del maestro Joaquín Rodrígo inundaban hasta el último rincón de las Tendillas bajo la impronta flamenca de la sonanta.

Flamenco sinfónico a modo de aperitivo que daba paso a las producciones de los barrios en Fátima, Parque Figueroa y el Patio de San Basilio. Y fue precisamente allí, en el Alcázar Viejo, donde se vivieron algunos de los mejores momentos de la noche. Reducto de los aficionados al flamenco más racial, la actuación de los Premios Nacionales del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba originó un overbooking en el patio de la asociación de vecinos, donde el cantaor gaditano David Palomar y el bailaor cordobés Rafael del Pino ‘Keko’ levantaron los primeros oles de esta gran juerga flamenca.

En la otra orilla del río, llegada la medianoche el Centro de Creación de Contemporánea acogía la que sin duda era la apuesta más disonante y novedosa del cartel de este año. El C3A se convirtió en el territorio de Niño de Elche, un artista multidisciplinar bautizado a sí mismo como exflamenco y convertido en una especie de anticristo para los más puristas del género. Allí se reunió “la gente inteligente”, como el mismo catalogó a su público nada más subir al escenario, para asistir a un concierto que Francisco Contreras quiso abrir con unos tanguillos de Cádiz publicados en su último disco Antología del Cante Flamenco Heterodoxo y que culminó con RAVErdiales a golpe de sample.

A la misma hora, se podía disfrutar de flamenco sin ambages a los pies de La Calahorra. Allí una de las grandes maestras del baile flamenco, Isabel Bayón, nos dejaba una de las estampas más bellas de la noche con el perfil del Puente Romano y la Mezquita-Catedral en el horizonte. Minutos más tarde, otra de las artistas que se estrenaba en la Noche Blanca del Flamenco, la onubense Rocío Márquez, aparecía en el escenario del Patio de los Naranjos. Punta de lanza de la nueva generación de flamencos, la cantaora quiso mostrar sus credenciales más clásicas en Córdoba donde recordó al maestro Pepe Marchena con su Romance a Córdoba. Por su parte, en el Compás de San Francisco, el bailaor Antonio Canales, otro de los grandes nombres que se estrenaba en la Noche Blanca, arrancaba por bulerías su actuación subiendo a las tablas de la mano de la cordobesa Carmen La Talegona, ambos recibidos calurosamente por el público que abarrotaba la plaza.

Pero si hubo un momento estelar, uno de esos que los flamencos denominan duende, fue el vivido en la Plaza de San Agustín con el soniquete del Capullo de Jerez. Con cientos de personas bailando alrededor del escenario, a sus 64 años Miguel Flores puso patas arriba la plaza al compás de rumbas, tangos y bulerías mientras rompía su voz micro en mano cantando temas como ‘Lucha por la libertad’, ‘Son de lunares’ o unas letras de cosecha propia que el jerezano dedica en cada concierto al equipo del Real Madrid.

Sin duda imágenes mágicas de una noche que volvió a reunir a toda la marabunta en La Corredera, donde confluyeron miles de personas para asistir al concierto de uno de los clásicos de esta cita, el jerezano José Mercé. El cierre a más de ocho horas de conciertos lo pusieron Diego Carrasco y su familia en la Plaza del Potro y Alba Molina en la Puerta del Triunfo, que a las claras del alba ponía el punto y final a una edición más con el recuerdo del eterno Manuel Molina.

 

 

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