Llevaba tiempo con ganas de ver a Pedro Heredia Reyes “El Granaíno” sobre las tablas de un escenario. Y el pasado sábado pude complacer mi curiosidad en la Fundación Casa Patas. Fundación que sigue con su actividad paralela al tablao, programando flamenco de muchos quilates en una atmósfera de cercanía e intimidad proporcionada por la Sala García Lorca. Recomiendo que estén atentos a la programación de marzo, es para no faltar un sólo día.
Pedro, es un cantaor que, como muchos otros, nacieron artísticamente apegados a la escuela camaronera. Con el tiempo ha sabido impregnarse de un abanico estilístico más amplio, como demostró consiguiendo el segundo premio en el Nacional de Córdoba y como pude constatar personalmente en el recital del Patas. Posee un eco de voz que aúna aspereza y dulzura, un temple exquisito, buena afinación y un compás envidiable curtido en fiestas. Además, en este recital dio muestras de su madurez y de saber enfocar este arte desde un prisma con muchas caras.
Salió de la forma más primitiva posible, por martinetes rematados con el Pregón del Úvero que un día hiciera el genio Caracol. Una buena declaración de intenciones por parte de Pedro. Continuó, ya acompañado por la sonanta del malagueño Juan Requena, por cantes de levante: taranto, taranta de la Grabiela y taranto donde dejó entrever su admiración por José Monge Cruz, Camarón de la Isla.
Momento para susurrar por soleá. Un trago de fino y al lío. A media voz y con un gusto exquisito, se templo recordando a Tomás por Alcalá y Cádiz. Tiró para arriba con el cante valiente de la Andonda y puso dulzura en los estilos apolaos. No puedo negar que me encantó, pero creo que pudo arriesgar un poco más.
Cerró la primera parte del recital por tangos morentianos, constatando así la variedad y la amplitud de su cante. Cocidos a fuego lento, recordó con gusto al ronco del Albaycin.
Las malagueñas de Antonio Chacón le sirvieron para abrir su segunda intervención. Hizo dos estilos del maestro y las remató con fandangos del Cojo de Málaga (Pérez de Guzmán) y Frasquito Yerbabuena respectivamente. Creo que después de esto pocos pueden tildar a Pedro de camaronero, si bien, no deja de ser una de sus principales fuentes de inspiración.
Torció el gesto ‘El Granaíno’ para ponerse serio y ennegrecer el ambiente con su queja por seguiriyas. Si en la soleá cantó a media voz y con gusto, en la seguiriya alzó a los cuatro vientos su poderío, sollozando en cada tercio con su garganta rajada por la gracia divina. Salió recordando a Manuel Torre con formas atribuidas a él mismo y su tío Joaquín Lacherna, de ahí pasó a los renovadores sones de Camarón para volver a viajar a los sonidos añejos y rebuscados de la seguiriya del Marrurro y cerrar, como no, aludiendo de nuevo al genio de la Isla.
Fue encarrilando el fin de su actuación con unas bulerías lentas y bien mecidas. Preciosas letras que desembocaban en el Reniego de Tomás o en aquel fandango del Chocolate «No quitarme la botella», pero siempre sin salirse de la métrica. Remató las bulerías acordándose de José. El broche de la noche lo puso la tanda de fandangos que interpretó El Granaíno.
Generoso, cantó hasta la extenuación. Tuvo ocasión de dedicarle alguno a Miguel El Rubio. En su repertorio fandanguero predominan y encajan mejor con su musicalidad, los estilos del Chocolate, pero hay cabida para formas camaroneras, caracoleras o de Tío Antonio El Rubio. Un final apoteósico donde el público en general salió satisfecho; yo también. Pero para ser sinceros creo que Pedro no dio todo, y que esconde más potencial del que pudimos disfrutar el sábado. Habrá que repetir para comprobarlo.
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