El pasado sábado tuvo lugar la XL edición del Castillo del Cante de Ojén, uno de los festivales veraniegos más reputados de la provincia de Málaga. Para la ocasión, la organización cambió el formato habitual de este tipo de festivales, donde suele ser habitual la presencia de varios artistas en el cartel. En su lugar contaron con dos figuras mediáticas del flamenco: Arcángel y Estrella Morente. Y el resultado fue decepcionante.
Este año la jondura quedó diluida entre banales coros, estribillos y excesivas percusiones. El cante pasó a un segundo plano y, cuando tuvo el protagonismo, los cantaores no supieron aprovecharlo. Y es que todo resultó excesivamente moderno. Hasta la clásica decoración de patio andaluz que hacía del escenario de Ojén uno de los más bonitos de Málaga, fue sustituido por una horrible pantalla de proyección.
En mi opinión, los festivales de verano no son el sitio más propicio para llevar a escena las inquietudes artísticas de los cantaores, que, por otro lado y en el caso que nos ocupa, sólo fueron una burda copia del maestro Morente. Habrá quien discrepe. Y es lícito. Pero, a mi entender, los festivales flamencos son para escuchar flamenco “pelao” y no abusar tanto de “modernuras”.
Otra de las premisas de un festival veraniego es su coste asequible, que suele ser una constante entre los mejores eventos de toda Andalucía. El Castillo del Cante de este año costaba 40 euros, un auténtico despropósito, pero claro, de algún modo habría que pagar los elevados cachés de estos dos artistas.
Con todo dispuesto, comenzó el espectáculo. Arcángel fue el primero en salir a escena. Lo hizo acompañado por un número ingente de artistas: los grandísimos tocaores Dani de Morón y Miguel Ángel Cortés y los coros de Los Mellis, Macarena de la Torre y Noelia Millares y la percusión de Agustín Diassera. El cante del onubense no convenció en ningún momento. Solo se salvaron las bulerías a capela. Incluso por fandangos de Huelva, la especialidad del cantaor, la ovación más grande se la llevó una de sus coristas. Lo mejor de la noche fue el dueto de guitarras entre Dani y Miguel Ángel con aires de Levante y Málaga. Una delicia.
Con Estrella Morente la cosa fue a peor. Dividió su actuación en dos líneas claras, una flamenca y otra inclasificable. El chillido y la estridencia fueron la base de su actuación, que tuvo su culmen del mal hacer en la seguiriya, posiblemente la peor que he escuchado en toda mi vida. El cante no es para sordos, pero Estrella no supo verlo.
La noche acabó como suele acabar una velada flamenca, con una fiesta por todo lo alto y con todos los artistas sobre el escenario. Pero ni eso alivió a un festival donde el buen flamenco brilló por su ausencia.
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