Diego Amador en el espectáculo 'Cuatro Lunas' del ciclo 'Flamenco viene del Sur'. Foto:Adam Newby.

Pilar Távora satura de tópicos y mensajes equívocos sus ‘Cuatro Lunas’

Cuesta entender que un espectáculo basado en la obra Juego y Teoría del Duende de Federico García Lorca caiga de una manera tan evidente en aquello que el propio autor granadino detestaba. Pero, al parecer, hay una Andalucía que sigue sin comprender la profundidad del poeta.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Andalucía que siempre contempla el escaparate, que repite frases hechas y alimenta tópicos con golpes de pecho, que saca mecanismos de defensa frente a no se sabe qué enemigos para acabar entregando las armas. Una Andalucía nada autocrítica que de tan vista, aburre. Ésa que inútilmente se quiso recuperar en  ‘Cuatro Lunas’, el espectáculo de Pilar Távora que el martes se estrenó en Sevilla, dentro del ciclo Flamenco Viene del Sur.

Por eso, ni el virtuosismo y la negrura de Diego Amador al piano, ni la dulzura y sevillanía de Arturo Pareja-Obregón, ni la voz implacable de Laura Gallego ni la gitanía del baile de El Farru, que –menos mal- sustituía en el cartel a Rafael Amargo, consiguieron salvar una propuesta en la que demasiadas cosas estaban de más.

María Távora en 'Cuatro Lunas'. Foto: Adam NewbyPara empezar, los recursos facilones de velas, gasas e inciensos más propios de un montaje de instituto que de una obra que pretende representar a Andalucía en el exterior. Por supuesto, las terribles proyecciones de Power Point con imágenes de artistas de la tierra y frases varias que durante casi toda la obra robaron protagonismo absoluto a la disposición de la escena, impidiendo la concentración, y no aportando nada al hilo argumental (si es que lo había). Por si fuera poco, el proyector falló y alguna tilde mal puesta interrumpió cualquier intención de emocionarse con el fandango que en ese momento cantaba Diego Amador. Y mira que la propia Távora comenzó la obra citando que “nunca encontrarás el duende en lo artificial”.

Claro que también sobró duende. Desgraciadamente no el que se siente sino el que se cuenta. Es decir, la directora y actriz reflexionó tanto acerca de lo qué es, lo que significa y lo que produce entre actuaciones que no dejó respiro para que las ‘Cuatro Lunas’ lo invocaran. El arte necesita sus tiempos.

De hecho, la propia estructura de la propuesta, en la que los protagonistas iban entrando y saliendo prácticamente en cada número, apenas permitió que los artistas pudieran relajarse y que el público entrara en materia.

A pesar de todo, Diego Amador encontró un hueco para brillar por bulerías camaronianas e interpretando desde el alma un excelente tema instrumental junto a Israel Varela, a la percusión, y Jesús Garrido al bajo. También Arturo Pareja-Obregón buscó tiempo para encontrar la calidez con algunas de sus canciones más conocidas, como Sevilla o Si vienes al Sur. Aunque nada comparable a las sevillanas que le cantó a un Farru sembrado y que, sin duda, fueron uno de los momentos más mágicos de la noche.

Laura Gallego, sin embargo, a pesar de su enorme potencial, de la fuerza de su timbre y de la flamencura que demuestra en sus conciertos en solitario, estuvo floja por fandangos y acelerada en el popurrí de coplas. Terminó el bailaor ‘sustituto’ y sus músicos con unos tangos en los que definitivamente se metió al público en el bolsillo. Deseoso de gritar oles.

En el baile se contó con la colaboración de María Távora. Perdonen que casi se olvide la mención pero actuó al principio de las dos horas y media que duró la obra y su intervención sólo contribuyó a que se alargara.

 

 

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