Cuesta entender que un espectáculo basado en la obra Juego y Teoría del Duende de Federico García Lorca caiga de una manera tan evidente en aquello que el propio autor granadino detestaba. Pero, al parecer, hay una Andalucía que sigue sin comprender la profundidad del poeta.
La Andalucía que siempre contempla el escaparate, que repite frases hechas y alimenta tópicos con golpes de pecho, que saca mecanismos de defensa frente a no se sabe qué enemigos para acabar entregando las armas. Una Andalucía nada autocrítica que de tan vista, aburre. Ésa que inútilmente se quiso recuperar en ‘Cuatro Lunas’, el espectáculo de Pilar Távora que el martes se estrenó en Sevilla, dentro del ciclo Flamenco Viene del Sur.
Por eso, ni el virtuosismo y la negrura de Diego Amador al piano, ni la dulzura y sevillanía de Arturo Pareja-Obregón, ni la voz implacable de Laura Gallego ni la gitanía del baile de El Farru, que –menos mal- sustituía en el cartel a Rafael Amargo, consiguieron salvar una propuesta en la que demasiadas cosas estaban de más.

Claro que también sobró duende. Desgraciadamente no el que se siente sino el que se cuenta. Es decir, la directora y actriz reflexionó tanto acerca de lo qué es, lo que significa y lo que produce entre actuaciones que no dejó respiro para que las ‘Cuatro Lunas’ lo invocaran. El arte necesita sus tiempos.
De hecho, la propia estructura de la propuesta, en la que los protagonistas iban entrando y saliendo prácticamente en cada número, apenas permitió que los artistas pudieran relajarse y que el público entrara en materia.
A pesar de todo, Diego Amador encontró un hueco para brillar por bulerías camaronianas e interpretando desde el alma un excelente tema instrumental junto a Israel Varela, a la percusión, y Jesús Garrido al bajo. También Arturo Pareja-Obregón buscó tiempo para encontrar la calidez con algunas de sus canciones más conocidas, como Sevilla o Si vienes al Sur. Aunque nada comparable a las sevillanas que le cantó a un Farru sembrado y que, sin duda, fueron uno de los momentos más mágicos de la noche.
Laura Gallego, sin embargo, a pesar de su enorme potencial, de la fuerza de su timbre y de la flamencura que demuestra en sus conciertos en solitario, estuvo floja por fandangos y acelerada en el popurrí de coplas. Terminó el bailaor ‘sustituto’ y sus músicos con unos tangos en los que definitivamente se metió al público en el bolsillo. Deseoso de gritar oles.
En el baile se contó con la colaboración de María Távora. Perdonen que casi se olvide la mención pero actuó al principio de las dos horas y media que duró la obra y su intervención sólo contribuyó a que se alargara.
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