Memento. Concierto de Mayte Martín y Alejando Hurtado. Foto: M. Valverde.
Mayte Martín y Alejando Hurtado, en uno de los momentos de su espectáculo 'Memento' en el Gran Teatro. Foto: M. Valverde.

La versión más jonda de Mayte Martín

XXII Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba. ‘Memento’. 22 noviembre. Teatro Góngora. Cante: Mayte Martín. Guitarra: Alejandro Hurtado.

Texto: A. Higuera.
Fotos: M. Valverde.

Memento. Del latín memento ‘acuérdate’. Cada una de las dos partes del canon de la misa, en que se hace conmemoración de los fieles vivos y de los difuntos. Detenerse a discurrir con particular atención y estudio lo que le importa.

El respeto a la raíz, el recuerdo a los maestros de antaño y la obligación de conservar el patrimonio heredado son el leit motiv que encontramos en ‘Memento’, la nueva propuesta artística de la cantaora Mayte Martín, que el viernes pasado cerró la programación paralela del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba colgando el cartel de no hay billetes en el Teatro Góngora.

Un manifiesto cantado a viva voz en el que la catalana proclamó su manera de concebir el arte jondo, sin ataduras ni cortapisas que limiten la experiencia artística y al mismo tiempo con un profundo sentimiento de devoción al pasado.

Mayte Martín volvió así a sus orígenes flamencos para darnos de beber del manantial que la inspiró como artista. Un viaje para recordar viejos tiempos en el que estuvo acompañada en todo momento por el guitarrista alicantino Alejandro Hurtado, junto a quien nos ofreció un recital cargado de solemnidad, rozando lo litúrgico en algunos momentos, en el que la sobriedad fue la nota dominante.

El toque rancio y elegante del alicantino -Bordón Minero en 2017- puso en bandeja a la catalana un repertorio en el que recordó a algunos de los grandes maestros del siglo XX. Primero arrancó recordando a Chacón por granaínas y continuó con los primeros versos del Romance de Juan Osuna que popularizó Manolo Caracol. Hubo tiempo para Valderrama y Pepe Marchena en las colombianas, milongas y guajiras. Y también para recrear peteneras, cantiñas, seguiriyas y un sinfín de estilos por soleares y tangos. Todo con el sabor añejo de los maestros y la indisoluble huella cantaora que la artista deja en todo lo que hace.

Más retraída de lo que acostumbra, suponemos que por el trance inherente al ritual jondo que escenificó sobre las tablas, no aceptó las habituales peticiones de un público que esta vez se quedó sin escuchar temas como SOS en el bis. Y, a decir verdad, no era la ocasión. Fue por bulerías, como suele mandar la tradición en los fines de fiesta, como se despidió una noche más de Córdoba, la ciudad donde hace treinta años se hizo con el Premio Antonio Chacón en el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba.

Emotivo encuentro para disfrutar de la voz de caramelo de una cantaora larga como pocas. Una artista que se siente orgullosa de haber bebido de la fuente de lo jondo y haber hecho su propio camino demostrando abiertamente que la innovación en el flamenco no es viable sin el conocimiento del pasado.

Fotos: M. Valverde. 

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