Dice Miguel Poveda que desde que leyó ‘Soneto de la dulce queja’ anda ‘enlorquecido’. Confiesa que su admiración y devoción por el poeta granadino viene de lejos y que ha llegado a convertirse en una obsesión. Una locura que ha plasmado en su último trabajo discográfico, un álbum autoproducido en el que pone música junto al compositor Joan Albert Amargós a una selección de poemas de Federico García Lorca y que el pasado sábado, en un Teatro de la Axerquía con más de tres cuartos de entrada, presentó dentro de la programación del Festival de la Guitarra de Córdoba.
Abrió el concierto Poveda recitando los versos de ‘Gacela de la Muerte Oscura’, que sirvieron de solemne introducción al single del disco ‘No me encontraron’. Tres grandes pantallas proyectaban imágenes de Federico, manuscritos y animaciones mientras el cantaor catalán aparecía en el escenario con toda su artillería musical. Fue el inicio de un viaje en el que Poveda nos acercó a algunos de los rincones de la infancia de Lorca en Fuente Vaqueros, a ciudades como La Habana o Nueva Youk que recorrió en sus viajes, a conocer anécdotas de sus encuentros con otros artistas de la época como Rafael León, a adentrarnos en su mundo interior y a emocionarnos con sus miedos y alegrías.
Todo una aventura por el inabarcable universo lorquiano que el artista emprendió a través de poemas recogidos en su último disco como El Silencio, Son de Negros en Cuba o las coplas populares Ojos Verdes y Anda Jaleo, composiciones en las que se pudo paladear el aire flamenco pero en las que el protagonismo musical lo tenía una cuidada instrumentación dirigida por el maestro Joan Albert Amargós. Hubo que esperar a la rumba del poema ¡Ay, voz secreta del amor oscuro! y la soleá por bulerías con la que arranca Canción de la muerte pequeña para atisbar lo que sería la segunda parte del concierto, donde Poveda se remangó para ofrecernos su versión más jonda.
Sentado en silla de enea y vestido de riguroso negro, arrancó el cantaor catalán el cambio de tercio entonando por levante. Lo hizo con el único acompañamiento a la guitarra de Jesús Guerrero, al que luego se sumaron las palmas de Londro y El Grilo para dejarnos algunos de los mejores momentos de la noche por tientos-tangos. Fue aquí donde vimos al Poveda que levantó al público de sus asientos, algo que logró no solo con su flamenquísima voz sino también con las pataítas a la que nos tiene acostumbrados cuando se arranca por algún palo festero.
Con el público ya completamente entregado, Poveda continuó su actuación por guajiras anticipando la que sería una de las grandes sorpresas de la noche. Y es que, minutos después, Manuel Moreno ‘El Pele’ recogía el guante del cantaor catalán y subía a la tablas para marcarse un cante por seguiriyas que finalmente rompió por bulerías y terminó con los dos artistas abrazados en el escenario y bailando en un anticipado fin de fiesta.
Pero nada más lejos de la realidad. Habían pasado más de dos horas de concierto y Poveda tenía cuerda para rato. No quiso marcharse el cantaor sin dejar muestra de su generosidad para con sus compañeros, a los que quiso hacer protagonistas en el escenario. Un detalle que lo honra como primera figura del cante y que llevó a cabo cantando por bulerías con Genara Cortés y Esperanza León (coros) y, unos minutos después, interpretando a dúo con el joven cantaor Kiko Peña el tema Réquiem compuesto por Vicente Amigo en homenaje a Paco de Lucía.
Con casi treinta años de cante a sus espaldas, Poveda volvió a triunfar en Córdoba. Y con una versión del poema de García Lorca ‘La Leyenda del Tiempo’ que en su momento interpretó Camarón de la Isla, dijo hasta luego a una ciudad que ‘enlorqueció’ con la actuación de una figura que demostró una vez más su talla artística y humana sobre el escenario.