¿Es posible condensar tres siglos de historia de la danza y la guitarra española en apenas una hora de espectáculo? Contra todo pronóstico, la respuesta es sí. Los artífices de la idea son nuevamente Rafael Estévez y el cordobés Valeriano Paños, dos mentes inquietas que el pasado sábado, en el Teatro Góngora, pusieron el punto y final al Festival de la Guitarra de Córdoba demostrando que ambos andan sobrados de ingenio e imaginación.
En su espectáculo Danza para guitarra, Estévez -como director artístico- y Paños – en el papel de coreógrafo y único bailarín- sumergen al espectador en un recorrido por la evolución de la danza a través de sus diferentes estilos de la mano de un variado repertorio de guitarra clásica que es interpretado a la perfección por el catedrático Miguel Trápaga. Todo ello con la sobriedad y el minimalismo que ambos creadores imprimen a sus obras, donde con un atrezzo de cuatro sillas, un par de camisas y chaquetas, un foco y una linterna, logran llenar todo el escenario desde el principio al final de la obra.
El espectáculo lleva al extremo el eclecticismo artístico que identifica a ambos creadores. El único hilo conductor es la melodía de la guitarra de Trápaga, que durante algo más de una hora interpreta de corrido doce obras de autores tan dispares como Leo Brower, Joaquín Rodrigo, Antonio de Santa Cruz, Joaquín Turina o Napoleón Coste, por citar solo algunos, provocando saltos en el tiempo que son una puerta abierta al baile poliédrico de Paños.
De la danza clásica a la contemporánea, del folclore a las pinceladas de flamenco y de lo popular a lo culto, Paños va cambiando de piel a cada momento sin un criterio aparente más allá del que le dictan sus propias pulsaciones vitales sobre el escenario y las melodías de una guitarra que es la que inspira sus movimientos.
Lo excepcional del espectáculo es que la libertad con la que está concebida la propuesta tiene como resultado la puesta en escena de una amalgama de recursos dancísticos que son realmente inusuales y están al alcance de muy pocos artistas. Por no citar la selección ‘pata negra’ de partituras de guitarra española con la que Trápaga da cobertura musical a las coreografías.
También mención aparte merece el esfuerzo que ambos artistas, guitarrista y bailarín, realizan en la obra, que se representa de forma ininterrumpida durante algo más de una hora y que terminó con Paños rendido y exhausto en el suelo del escenario.
Una obra de una calidad excepcional que tuvo como aspecto negativo la escasa respuesta del público asistente. Poco más de un centenar de personas -si es que se llegó a esa cifra- para disfrutar del que ha sido, sin lugar a dudas. el mejor espectáculo del apartado de danza y baile del festival y, posiblemente también, uno de los mejores que han pasado este año por el IMAE. No encontramos ni rastro de los alumnos y alumnas del Conservatorio Profesional de Danza, ni de las decenas de academias de baile que hay en Córdoba. Compañeros del gremio contados con los dedos de una mano… Y todo un día después del sold out de Sara Baras en el Gran Teatro. Ese fue el recibimiento que Córdoba le dio a un artista top de la tierra, galardonado con el Premio Nacional de Danza 2019 en la modalidad de Creación. Para hacérselo mirar.