- Los conciertos de Estrella Morente, Argentina y Lin Cortés acapararon el protagonismo de la décimo tercera edición de la Noche Blanca del Flamenco
- La concentración de personas y límites de aforo provocó restricciones de acceso puntuales en algunos escenarios
Córdoba volvió a echarse a la calle para disfrutar de una noche de fiesta en las plazas de la ciudad. Tras dos ediciones suspendidas a causa de la pandemia, el sábado pasado se cumplían tres años desde que Rosalía abarrotó el coso de Los Califas al compás de ‘Malamente’ en 2019. Esta vez la cosa fue bien diferente. No hubo gritos de histeria de ‘rosaliebers’, aunque la expectación era palpable en el ambiente desde primera hora de la tarde.
El pistoletazo de salida tuvo lugar en la zona peatonal de La Viñuela con la actuación de Compañía Chicharrón Circo Flamenco, un espectáculo, junto al de Hamid Ajbar Flamenco Fusión en la Plaza de Matías Prats, con el que la organización pretendía acercar el evento a los barrios y donde vimos algunas de las estampas más familiares.
Malabares, percusión y monólogos con grandes dosis de humor fueron la receta de Chicharrón, un artista cordobés que con una sencilla puesta en escena y un desparpajo inusual supo sacar el máximo partido al escenario y arrancar los primeros oles del público.
Pero solo había que poner atención a las hileras de personas que caminaban a primera hora de la noche en dirección a las Tendillas y a cómo iban los autobuses de Aucorsa para darse cuenta de que la expectación general estaba en otro punto de la ciudad. A las 22:30 horas, la estatua del Gran Capitán era testigo inmóvil de los primeros aplausos a Estrella Morente, que a duras penas podía abrirse paso en el camino de su hotel al escenario entre las cientos de personas que esperaban su aparición en el escenario.
Tras el protocolario posado en el photocall con la corporación municipal, la cantaora granadina dio comienzo a su actuación con un cante por caña y continuó por fandangos del Albaicín levantando a un público al que consiguió meterse en el bolsillo desde el primer quejío a pesar de las dificultades para apreciar el sonido que sufrían quienes estaban más distantes del escenario.
De Las Tendillas continuamos nuestra ruta hasta la Posada del Potro, donde una larga cola de personas esperaban para acceder al patio mientras el bailaor Manuel Jiménez bailaba a pecho descubierto por seguiriyas. El reducido aforo de este espacio y el hecho que todos los artistas participantes fueran cordobeses ya eran garantía de éxito. Y, en efecto, así fue. Primero con la actuación del guitarrista Alfonso Linares y luego con el baile de Manuel Jiménez y el cante de Lucía Leiva y Antonio José Nieto (la artista Rosa de la María causó finalmente baja por enfermedad).
Llegada la medianoche el solapamiento horario de los espectáculos programados nos obligaba a disfrutar más fugazmente aún si cabe de las actuaciones. Primero en el Patio de los Naranjos, donde Dani de Morón arrancaba por bulerías a compás de palmas de Los Mellis. Y no muy lejos de allí, en el entorno de La Calahorra, con el baile de Farru por seguiriyas, una puesta en escena que inició entonando unas letras por tonás.
El mediano de la saga de los Farru era uno de los grandes alicientes de la noche. Congregó a cientos de personas en un escenario de postal, aunque poco apto para conciertos con gran afluencia de público dada la difícil accesibilidad del recinto y a los numerosos ángulos muertos de visión que ofrece.
A esa misma hora, en el barrio de San Agustín, la zona de cabales por antonomasia, el mano a mano entre el jerezano Ezequiel Benítez y el cantaor lebrijano José Valencia ya había dado comienzo. Cuando llegamos hacía su aparición en el escenario el de Lebrija, que con unas letras por soleá dejó patentes sus dotes cantaoras y su extraordinaria fuerza a la hora de decir el cante.
En el Compás de San Francisco, otro mano a mano, el del pianista y cantaor Diego Amador y el guitarrista José María Bandera, nos dejó la versión más instrumental de la noche rememorando letras de Camarón y temas del maestro Paco de Lucía. Su concierto fue un anticipo de lo que se estaba cociendo en La Corredera.
Allí Argentina se ganaba a las miles de personas que esperaban a la artista onubense arrancando su actuación con una versión del tema ‘Córdoba’ de Medina Azahara. Tras este guiño a la ciudad, continuó su actuación con un repertorio de palos flamencos que luego remató canciones de su último disco ‘Idilio’, en los que versionó conocidos temas de música latinoamericana junto a una banda de Son Cubano.
Las propuestas más descaradas de la noche en lo que a música se refiere las pudimos ver en el barrio de Santa Marina y en el Cine Fuenseca con Soleá Morente y Lucía Fernanda. Vimos estampas curiosas como alguna abuela octogenaria en camisola disfrutando en primera fila de la rumba-pop de la menor de los Morente y otras menos simpáticas como restricciones de acceso temporales por saturación de aforo en la Plaza de la Fuenseca.
Pero si alguien acaparó el protagonismo de la noche, ése fue Lin Cortés, que abarrotó los jardines del Alcázar de los Reyes Cristianos. Es difícil calcular las personas que acudieron al fin de fiesta del músico cordobés pero podemos decir que se vivieron momentos de angustia en el acceso e incluso hubo leves conatos de avalancha para intentar acceder.
Tras personarse varias patrullas y efectivos de la Policía Local y Nacional, la situación no fue a peor y se pudo disfrutar de uno de los mejores conciertos de la noche en el que la nota protagonista fue el reencuentro de cordobeses y visitantes con una de las señas de identidad de la programación cultural de la ciudad.