Jam Session con la guitarra de Eduardo Trassierra

El toque de Eduardo Trassierra es  suelto, seguro, confiado. La musicalidad que extrae de su guitarra parece ser infinita, inabarcable. Y desde luego en ‘Rara avis’, el álbum que presentó este jueves en el ciclo Flamenco de Cajasol, se desprende de cualquier límite conocido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Es decir, el guitarrista demostró con creces en su concierto esa idea que defienden algunos de sus referentes actuales -como Vicente Amigo- de que la música está por encima del nombre que la englobe. Por eso, en su concierto funcionó a la perfección el trío formado con el Pablo Pradas al bajo y segunda guitarra y Andrés Vujicic a la percusión, donde hubo absoluta compenetración y entendimiento.

De hecho fue en estas piezas jazzísticas, en las que parecía que asistíamos a una Jam Session por la naturalidad del proceso, donde más pudimos disfrutar de la personalidad colorista de Trassierra, de su virtuosismo y de los recursos que proponen sus manos. Especialmente en la versión de ‘Night in Tunisia’ con la que agradecimos los caminos que ha explorado la guitarra flamenca para descubrirnos nuevos mundos.

Fin de fiesta del espectáculo de Eduardo Trassierra. Foto: Adam Newby.

Sin embargo, quizás por el complejo arrastrado por este instrumento en escenarios flamencos o por la responsabilidad que reconoció sentir el guitarrista, los elementos que buscó para acercarse más al público fueron precisamente los que nos alejaban de él. Es decir, en esta ocasión, la presencia de artistas invitados y otros estímulos distorsionaron la base en la que brilla Trassierra y restó coherencia a la idea global, pese a la calidad de todos. En otras palabras, nos sacó del ambiente sonoro que nos iba proponiendo el artista principal y no permitió la emoción.

Aun así, por supuesto disfrutamos de la dulzura de los coros de Los Mellis y la precisión de su compás, del baile masculino y racial por bulerías de ‘El Oruco’, del metal de voz de José Ángel Carmona por tangos y sobre todo de la fuerza, la gracia y la personalidad arrolladora del torbellino llamado Pastora Galván que de nuevo se metió al patio de butacas en el bolsillo.

Claro que seguramente si el espectáculo hubiera formado parte del Festival de Guitarra que se celebra estos días en la ciudad hubiésemos podido disfrutar más de su protagonista, sin necesidad de ponerle adornos ni apellido a la belleza de sus composiciones.

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