El flamenco y la danza clásica dialogan en ‘La otra piel’

Que el flamenco fusione músicas y estilos, no es nuevo. Que esta fusión cada vez tenga más adeptos, tampoco. Sin embargo, este mestizaje pocas veces consigue satisfacer a todo el público y, yendo más allá, pocas veces se hace bien. Al menos tan bien como Úrsula López fusionó anoche el flamenco más tradicional con danza clásica y coreografías vanguardistas en una nueva velada de la I Muestra de Flamenco de Sevilla.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

‘La otra piel’, el espectáculo que la bailaora cordobesa estrenó en la última Bienal de Sevilla, volvió a embelesar al público sobre las tablas del Teatro Central. Y no por una espectacular escenografía, que en todo momento fue sobria, limpia y oscura, sino por cómo dialogaron sin artificios, ensamblajes forzosos ni un cuerpo de baile numeroso, la danza española y el flamenco más jondo.

Tanto es así que, en muchos momentos, uno no sabía si estaba viendo a una compañía de ballet clásico o a un cuadro flamenco. Pero, tras un arranque más ortodoxo con fandangos de Huelva y toná al compás de seguiriya, el espectador lo tuvo claro: estaba disfrutando de la Compañía de Úrsula López, una bailaora formada en la Andaluza de Danza y el Ballet Nacional de España que defiende la libertad por encima de todo a la hora de pisar el escenario.

De ahí que el cuerpo de baile aparezca lo mismo con tacones, volantes y mantón, que con mallas y zapatillas de danza. La escenografía lo destaca durante algún momento del espectáculo ocultando los cuerpos de Úrsula, su hermana Támara López, Cristian Lozano y Eduardo Guerrero, a los que sólo se le ven los pies -con botas ellos, descalzas ellas- durante la liviana y serrana.

Tras el maravilloso diálogo entre clásico y flamenco, el elenco desnudó a la artista sobre el escenario para enfundarle un vestido rojo con el que interpretó unas cantiñas llevadas a la perfección por la voz de Vicente Gelo. Un cambio de registro que en absoluto resultó brusco o forzado, del mismo modo que tampoco lo fue la versión de la malagueña ‘Asturias’, de Albeniz, en el toque de Tino Van Der Sman y al baile de Cristian Lozano.

También hubo homenaje a Enrique Morente con ‘Alma de Granada’ en la que intervino la viola de Gretchen Talbot y para la que Tamara López duplicó a Úrsula, una vez más fusionando contemporáneo y flamenco. Tientos azambrados y bulerías dieron paso, finalmente, a la caña con la que la cordobesa cerró su espectáculo. Y lo hizo, de nuevo, flamenca y sobria, con vestido blanco de cola y mantón, revitalizando este palo con diferentes armonías y culminando un diálogo que fue, sin duda, de los más interesantes que se han mantenido sobre las tablas.

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