La historia de la guitarra flamenca está indisolublemente ligada a la evolución de su técnica, que ha ido progresando con el tiempo gracias a maestros como Sabicas, Paco de Lucía o Manolo Sanlúcar, entre otros muchos, hasta situar a esta disciplina como una de las que mayor nivel de destreza exige a los guitarristas. Quizá sea por eso que la técnica del pulgar, el alzapúa, los arpegios, los ligados y picados, el trémolo y los rasgueos en todas sus variantes, por citar solamente algunos de los recursos expresivos que dan forma al sonido tan característico de la sonanta, han maravillado desde hace décadas y siguen cautivando en la actualidad a miles de guitarristas y músicos de otros géneros.
El miércoles pasado, en el marco del Festival de la Guitarra de Córdoba, tuvimos la oportunidad de disfrutar de uno de los concertistas flamencos más virtuosos del momento, el guitarrista Antonio Rey. Un espectáculo en el que el artista repasó algunos de los temas de su último disco ‘Historias de un flamenco’ y también piezas de otras grabaciones anteriores a través de un repertorio muy rítmico que se convirtió en toda una exhibición de poderío técnico.
Como mandan los cánones de la guitarra flamenca solista, Antonio Rey inició su actuación con un toque en solitario. Esta vez su tarjeta de presentación fue una taranta. Desde un primer momento, no escatimó en mostrar sus dotes técnicas, recreándose en la extraordinaria fuerza que su mano derecha imprime a su toque y calentando motores para lo que nos tenía reservado.
Con el resto del grupo -bajo, flauta, percusión, palmas y coros- ya sobre las tablas, el guitarrista continuó con un toque por alegrías y una rumba de su nuevo disco. Fue aquí donde Antonio Rey se permitió el lujo de recorrer de punta a punta el mástil de la guitarra con endiablados picados. Entre arpegio y rasgueo, decenas de notas intercaladas que salían como balas de una Kalashnikov hacia a un patio de butacas que asistía boquiabierto a semejante derroche de técnica. El virtuosismo era de tal calibre que hubo quien le gritó: “¡Antonio, estás que te sales!”.
Esa fue la tónica dominante del resto de la actuación, que incluyó un par bulerías, una de ellas con el flamenquísimo baile del cordobés Daniel Navarro, tangos, una minera para retomar el aliento y la rumba Nuevo Horizonte, un tema de su disco Camino al alma con el que puso el punto y final a una actuación que le valió una sonora ovación. Especialmente efusivos se mostraron algunos jóvenes guitarristas, entre los que se encontraban alumnos del apartado formativo del festival que este año han podido asistir al curso de técnica que Antonio Rey ha ofrecido durante tres días.
A modo de reflexión, no será un servidor quien critique el virtuosismo de un músico, pero sí el uso desproporcionado de recursos técnicos que, en exceso y mal medidos, pueden llegar a resultar verdaderamente redundantes y estridentes. Parafraseando a Aristóteles, la virtud debería estar en el término medio. Aunque para gustos colores. A juzgar por los efusivos aplausos que recibió la actuación de este prodigio de las seis cuerdas, solo faltó que alguien gritara: “Dios salve al Rey… del virtuosismo flamenco”.