El homenaje al pintor Julio Romero de Torres en el 150 aniversario de su nacimiento reunió el pasado jueves en el Gran Teatro al guitarrista José Antonio Rodríguez y a la Orquesta de Córdoba. Un concierto estreno absoluto que ha servido de leit motiv a la programación del Festival de la Guitarra de Córdoba en la presente edición y que fundió en un lienzo los sonidos oscuros de la sonanta flamenca con el colorido musical de la orquesta de la ciudad.
Salvando las distancias, la propuesta que pudimos disfrutar reincidió en la fórmula que unió el año pasado a los mismos protagonistas en el Patio de los Naranjos en el concierto de El guitarrista azul, un espectáculo donde José Antonio Rodríguez pone música a la etapa azul de Pablo Picasso. En esta ocasión, metido en la piel de Romero de Torres, la intención del guitarrista era reflejar la mirada del genial pintor cordobés, una visión llena de símbolos e imágenes que aún se mantienen indisolublemente ligados a Córdoba.
Con un atrezzo que pretendía hacer del escenario uno de los cuadros de Romero de Torres, músicos y orquesta daban vida a un bodegón del que surgían los primeros acordes bajo la batuta de Michael Thomas. Vientos metal y cuerdas daban así paso a la guitarra de José Antonio Rodríguez, que comenzó su recital en tono de taranta y granaína para interpretar los temas El pensamiento y Salomé y granaína para Enrique mientras en el fondo del escenario se sucedían proyecciones de obras del pintor.
El sonoro lamento del cantaor José Valencia desde uno de los balcones del teatro pillaba desprevenidos a los asistentes. Con su habitual genio cantaor, de su garganta brotó una toná flamenquísima que hizo vibrar a todo el público y que solamente se vió deslucida por una acústica que impidió distinguir la letra más allá de los quejíos.
Fue la primera de varias sorpresas que quedaban por llegar. A medida que avanzaba el espectáculo la complicidad musical entre orquesta y guitarrista fue in crescendo hasta conseguir integrar la grandilocuente orquestación con los acordes de guitarra flamenca, bajo eléctrico y cajón en el tema La Ribera. Fue el momento de disfrutar de la voz de otro de los artistas invitados de la noche, el gaditano Javier Ruibal, que puso letra y voz al tema Alma cordobesa.
También hubo lugar para el baile, que tuvo como protagonista a Lucía Ruibal, hija del cantautor, que con sus sugerentes braceos simulaba los trazos de un inquieto pincel que se movía a compás de bulerías.
Un toque con aires de farruca, dibujos por soleares con guiños a la falseta de Juan Serrano que pone sonido al reloj de Las Tendillas y la entrada en escena de una leyenda del rock andaluz, el cantante del grupo Mezquita, Randy López, para interpretar el tema Una mirada más, sirvieron para anticipar el cierre del espectáculo a compás de soleá por bulerías. Una obra de Córdoba para Córdoba que dejó rendido al público en la segunda jornada del festival.