El flamenco extremeño se canta a puño cerrado. En su aire se percibe la dureza del trabajo en el campo. En su fondo el aislamiento de una región por la que aún no pasa la alta velocidad. Por eso suena distinto y, por eso, es de agradecer hacer parada en esta Baja Andalucía, muchas veces atropellada, para escuchar estos cantes secos.
Precisamente este era el planteamiento del espectáculo ‘De la Extremadura Vengo’, que anoche se presentó en los Jueves Flamencos de Cajasol y en el que, acompañados por la guitarra de Dani de Morón, compartían cartel Guadiana y Pedro Cintas.
Estos dos cantaores, completamente opuestos, resumen sin embargo el camino del flamenco en esta tierra. El que viene de la raíz y viaja a la capital y el que nace de la intuición y busca el cobijo por la Vía de la Plata hacia abajo. Así, desde las tonás con las que abrieron la noche, Guadiana y Cintas marcaron diferencias y aseguraron un recital de flamenco serio, en el que no había más excusa que el cante.

Guadiana, por su parte, empezó magistral en unas soleares cortas donde imprimió todo el pellizco de una saga y todo el metal fundido en su garganta. Por taranta, el cantaor evidenció su originalidad y su personalidad creadora, dejando claro que el cante suena mejor cuando se tiene asimilado. Es cierto que por tientos no estuvo brillante, pero poco importa. Para disfrutar del arte a veces es necesario que nos enteremos que cuesta que salga bien. Por eso es verdad.
Como no podía ser de otra manera, ambos acabaron por jaleos extremeños, formando un cuadro en el que, sin pretenderlo, firmaban una declaración de intenciones. La pasión por lo jondo trasciende a las partidas de nacimiento, los estilos y las influencias.
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