Prácticamente a la misma hora en la que los trabajadores de Lipasam desconvocaban la huelga de basuras que tenía atestada de suciedad a la capital andaluza, sobre el escenario de la Sala Joaquín Turina, Milagros Mengíbar y Luisa Palicio, daban una lección de la belleza de la escuela sevillana de baile. Como si de algún modo hubiesen querido recordar al público la necesidad de despojarse de las miserias y recuperar lo hermoso.
Así, lo que anoche se vivió en ‘Piel de Bata’, espectáculo que abre una nueva temporada de los Jueves Flamencos de Cajasol, fue un homenaje a la feminidad, a la delicadeza, a la elegancia, a la pausa, a la curva de la mujer que sabe ser gallarda y que sabe ser caramelo.
Mengíbar recordó lo bonitas que son unas manos cuando son bonitas. Lo importante que es saber pararse entre tanta prisa. Lo que dice en el baile una cabeza erguida, una extensión de brazos, un movimiento de caderas. Y, por supuesto, junto a una brillante Luisa Palicio –que se creció en unas inspiradoras guajiras pese a un inicial tropiezo-, defendió el abanico, las castañuelas, el preciosismo, la escuela y cómo no, la bata de cola. La que se mece, la que se pasea, la que forma parte del cuerpo mismo y de las entrañas.
Por malagueñas, peteneras, soleares, alegrías o pregones, maestra y alumna se entregaron al baile pausado, ralentizado, que saca partido a cada figura y que regala estampas del flamenco más clásico en pleno siglo XXI.
En el patio de butacas hubo quien murmuraba “qué fuerte”, por la emoción de ver la maestría de Milagros a escasos metros. Es la magia que tiene este ciclo, que permite a aficionados y artistas jóvenes disfrutar de sus referentes y a estos mismos emocionarse con los que vienen.
Por lo demás, fue inútil contar las veces que el público gritaba ‘guapa’. Al fin y al cabo, es el piropo que mejor define el encanto natural.