Inma de la Vega, cantaora de flamenco de Córdoba

INMA DE LA VEGA: «No hace falta un gran presupuesto para promocionar a los jóvenes flamencos»

Con solo dos años ya entonaba sus primeras saetas y con veintitrés logró hacerse con el Premio de Jóvenes Cantaores del Festival de Las Minas de La Unión. La trayectoria de esta joven está repleta de reconocimientos en algunos de los mejores concursos del panorama nacional, especialmente en su faceta de saetera, unos méritos que la han convertido en una de las más firmes promesas cordobesas del cante en la actualidad. Y es que a sus veinticuatro años puede decirse que Inma de la Vega ha logrado hacerse un hueco en el hermético circuito flamenco andaluz, todo ello a pesar de las dificultades añadidas que encuentran quienes empiezan a dar sus primeros pasos en este mundo.

– Naces en una familia sin afición al flamenco, ¿cómo te entra el ‘gusanillo’ del cante?
– Desde muy pequeña me ha gustado cantar. La verdad es que no me he criado escuchando el cante, pero sí he tenido antecedentes en mi familia que han cantado, como mi abuela y un primo de mi madre. Si te digo la verdad, no sé muy bien de dónde viene mi afición…

– ¿Es más difícil iniciarse en el cante estando fuera de un entorno flamenco?
– A mí no me ha resultado más complicado, porque desde muy pequeña he estado cantando. Mi madre tiene una grabación de cuando tenía dos años cantando saetas y fue una maestra la que le dijo que debía llevarme a un profesor para que me enseñase a cantar. Al principio empecé con la copla, aunque la música que siempre he escuchado en mi casa ha sido flamenco. Lo que pasaba es que a mi madre le daba miedo que me fastidiara la garganta cantando flamenco y no me dejaba hacerlo.

– ¿Quiénes han sido tus maestros?
– Cuando tenía catorce años estuve un tiempo con Antonio ‘El Califa’, que fue el que empezó a prepararme y a enseñarme algunos cantes. Y luego lo que he hecho es escuchar mucho flamenco en mi casa, que es algo fundamental para aprender.

 


«Te sacrificas porque este mundo te gusta y porque también tiene sus recompensas»


 

– ¿Qué cantaores han sido tus referentes?
– Cuando era pequeña escuchaba mucho a Camarón, que era lo que más sonaba entre la gente joven en esa época. Y siendo algo más mayor recuerdo especialmente cuando Miguel Poveda sacó su primer disco y también a Carmen Linares. Luego ya me fui metiendo poco a poco a escuchar a Fernarnda y Bernarda de Utrera, Manolo Caracol, la Paquera de Jerez…

– ¿Cómo empieza tu carrera artística?
– Empiezo a cantar en las peñas flamencas. Con catorce años iba a menudo a las tertulias de la Peña del Campo de La Verdad, donde cantaba de vez en cuando y fui soltándome con la guitarra. A raiz de ahí, me fueron saliendo más actuaciones y recitales en otras peñas y en pueblos y, cuando gané el primer premio de menores de Campanilla en Málaga, se abrieron más puertas y pude actuar también fuera de Córdoba.

– Y luego llegaron más premios…
– Sí… El premio de Campanilla hizo que le pusiera aún más empeño a aprender, aunque antes, con trece años, ya había ganado el Premio Nacional de Saetas de Mérida. Seguí presentándome a más concursos hasta que gané el Premio a la cantaora más joven de Las Minas de La Unión en el año 2010, que ha sido el que más repercusión me ha dado.

– ¿Qué has tenido que sacrificar de niña por dedicarse al cante?
– Muchas cosas. Por ejemplo, he dejado de salir con mis amigos para cuidar la voz. Recuerdo que cuando era niña no salía a jugar a la calle cuando hacía frío porque, si me resfriaba, no podía cantar… Y ahora también me privo de hacer muchas cosas por cantar. Te sacrificas porque este mundo te gusta y porque también tiene sus recompensas.

 


«Cantar en la Axerquía o en la Noche Blanca del Flamenco tiene que ser un ‘pasote'»


 

– ¿Qué dificultades se encuentran los jóvenes en el mundo del flamenco?
– En este mundo no es fácil abrirse un hueco. Mucha gente te saca ‘peros’ como que eres muy joven, que te queda mucho por aprender… Parece que lo que haces nunca es suficiente. Es normal que a todos los jóvenes nos quede mucho por aprender, pero creo que se debe valorar y reconocer el esfuerzo que estamos haciendo. Porque hay muchísimos jóvenes de Córdoba que lo bordan bailando, cantando o tocando la guitarra…

– ¿Es difícil para los jóvenes cantar en Córdoba?
– A mí me llaman de vez en cuando para cantar, pero es verdad que se podían hacer muchas más cosas para ayudar a los más jóvenes. No hace falta un gran presupuesto para promocionar a los jóvenes flamencos y no pedimos gran cosa, solo que alguien apueste por los jóvenes valores, que somos el futuro del flamenco.

– ¿Cuáles son las aspiraciones de Inma de la Vega?
– A mí me encantaría poder actuar para mucha gente. Cantar en la Axerquía o en la Noche Blanca del Flamenco tiene que ser un ‘pasote’…

– ¿Cómo defines tu cante?
– Mi cante tiene fuerza porque lo vivo con mucho sentimiento.

– ¿En qué palos te sientes más cómoda?
– Disfruto con muchos de ellos, pero quizá destacaría la soleá, las malagueñas, las bulerías y los fandangos… 

 


«Hay cantaores que hacen saetas estupendas con muy poca voz, pero el que tiene una voz poderosa es el que se lleva los aplausos«


 

– Desde pequeña destacas por tu faceta de saetera, ¿qué cualidades debe tener una voz para hacer este tipo de cantes?
– No creo que haya que tener una cualidad específica. Hay cantaores que hacen saetas estupendas con muy poca voz, pero el que tiene una voz poderosa es el que se lleva el aplauso. Creo que es importante tener buena voz, independientemente de que sea más laína o más rota…

– ¿Cuáles son sus proyectos para este año?
– De momento, este año lo que tengo previsto son actuaciones por Córdoba. El veintidós de marzo canto en La Fragua, dentro de los recitales de la Ruta de las Tabernas, y también lo haré en alguna exaltación de la saeta y en las peñas de Córdoba. Y luego también estoy participando en un proyecto a nivel internacional en el que intervienen otros artistas cordobeses y de fuera de Córdoba. Es un espectáculo que se va a hacer en Asia, pero aún no sabemos fechas concretas.

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