'Utopía', de María Pagés, en el Teatro Maestranza de Sevilla. Foto: Antonio Acedo.

LA ‘UTOPÍA’ DE MARÍA PAGÉS, UNA INYECCIÓN DE ENERGÍA Y OPTIMISMO

 

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Cuando uno se dispone a ver un espectáculo flamenco que pretende reflexionar sobre conceptos tan abstractos como la ética, la rebeldía y la humanidad, se echa a temblar. Y es que, ser flamenca de butaca enseña que esta estirpe emociona como nadie, pero que también se explica como nadie, de mal.

No es el caso de María Pagés, que anoche se explicó tan bien que el público del Maestranza salió por las puertas del Teatro soñando con su ‘Utopía’ y cargado de optimismo. La sevillana tiene tan claro lo que quiere contar en cada momento que no sólo es un placer escucharla hablar sobre sus espectáculos, sino también comprobar que lo que dice de ellos está sobre el escenario.

Con ‘Utopía’ Pagés reivindica valores como la solidaridad, la tolerancia y el diálogo en una crisis que, en palabras de la artista, no es sólo económica, sino también –y sobre todo- ética. Y no sólo lo hace a través de las letras escogidas para las escenas del montaje, propias de Mario Benedetti, Antonio Machado, Pablo Neruda, Miguel de Cervantes o Charles Baudelaire. También como Compañía, para la que no ha podido escoger mejor a cuerpo de baile, músicos y voces (impecables Ana Ramón y Juan de Mairena), que demostraron una profesionalidad y sintonía excelentes, también con el cantautor brasileño Fred Martins (difícil olvidar la maravillosa samba por tangos que interpreta todo el equipo).

De hecho, el brasileño fue el encargado de presentar el espectáculo –inspirado en la obra de su paisano Oscar Niemeyer-, seguido por el diálogo sobre la igualdad que María Pagés entabló con el chelo de Sergio Menem y las guitarras de José ‘Fity’ Carrillo y Rubén Lebaniegos a modo de Farruca. Siempre intercalando piezas como solista con baile coral, la sevillana pasó del austero pantalón negro de la Farruca al infinito vestido rojo con el que la artista se contorsionó al compás de Granaina-Rondeña, tomando las formas curvilíneas de la arquitectura humanista de Niemeyer, presentes también durante toda la noche sobre el escenario.

El grupo escenificó palos tan contundentes como la Trilla-Soleá o el Debla-Martinete, este último un baile por la solidaridad con letra de Benedetti en el que Ana Ramón y Juan de Mairena se cantaban el “Vamos juntos, compañero” mirándose a la cara y robando protagonismo al baile. Y llegó el Taranto-Martinete con María retorciéndose y apuntando los silencios de una metáfora del camino machadiano en la que la música de ‘Fity’ Carrillo volvía a hipnotizar.

De la seriedad del Martinete, el grupo al completo apostó por la ironía y la alegría de la Guajira-Tangos, en la que Pagés se paseó coqueta y ‘juguetona’. Llegaba el final, y el buen clima de la Guajira continuó con la samba “Tranquilo por la vida” (ambas letras del propio Niemeyer), convertida en tangos y capaz de levantarle el ánimo al más deprimido de la sala. Fue el preludio de las alegrías finales, con letra de Baudelaire y música de Lebaniegos, con la que Pagés se convirtió en alondra y echó a volar.

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